Ya lo sabíamos, Jean-Luc Mélenchon tiene sentido de la fórmula. Esta vez inventó el concepto de “oficialidad política mediática”. De este modo, apunta a los dirigentes políticos (tanto de derecha como de izquierda) que se atreven a expresar su desacuerdo con él y, peor aún, a los editorialistas de todas las sensibilidades que no dudan en describir su evolución y la de LFI hacia el peor. . ¿Qué delito –ideológico– volvió a cometer esta vez la “oficialidad política-mediática”?
Las izquierdas en la trampa de Mélenchon, una y otra vez
Se toma la libertad de desaprobar un proyecto de ley del rebelde diputado norteño Ugo Bernacilis destinado a derogar el delito de “apología del terrorismo”. ¿Y por qué esta repentina y apremiante necesidad? Porque este delito, creado en 2014, “intensifica la explotación de la lucha contra el terrorismo contra la libertad de expresión y los medios de lucha contra el terrorismo han sido regularmente desviados de su finalidad de reprimir la libertad de expresión”. Traducción al buen francés: desde el pogromo del 7 de octubre perpetrado por los asesinos de Hamás, los Insoumis no han aceptado que la justicia insista en exigirles responsabilidades por sus repetidas provocaciones.
Así, Mathilde Panot, presidenta de los diputados del LFI, fue escuchada por primera vez tras el comunicado de prensa emitido inmediatamente después de la gran masacre. Este comunicado de prensa señala “una ofensiva armada de las fuerzas palestinas en un contexto de intensificación de la política de ocupación israelí”. Ninguna condena… Ausencia de las palabras terrorismo o terrorista… Mathilde Panot, junto con la diputada europea Rima Hassan, comparecerán por segunda vez en el marco de una investigación por “apología del terrorismo”. Tam Tam inmediatamente, gritos de indignación, cuestionamientos a la “libertad de expresión”… Los Insoumis se apropiaron entonces del caso de Jean-Paul Delescaut, secretario general de la CGT Unión departamental del Norte. De hecho, el sindicalista fue condenado a un año de prisión suspendida – apeló – debido a un folleto publicado después del 7 de octubre: “Los horrores de la ocupación ilegal se han acumulado. Reciben las respuestas que provocaron”. Comprensión y justificación de los crímenes de Hamás, sin duda. Pero la justicia, según Mélenchon y sus secuaces, no debería interferir.
Fórmula mordaz
De ahí esta propuesta de ley.
De ahí este nuevo escándalo, tanto político como ético.
El Ministro del Interior, Bruno Retailleau, se contentó con una frase que quiso ser mordaz: “¡Es difícil hacer más despreciable”! Gabriel Attal, líder de los diputados “macronistas”, optó por dirigirse a sus pares socialistas, ecologistas y comunistas. Tras mencionar “un insulto y una mancha imborrable”, tras constatar que se ha superado un “límite fundamental, el del respeto a todas las víctimas del terrorismo”, el ex primer ministro planteó la pregunta “de derecha” a las izquierdas democráticas, las únicas uno que sea válido: “¿podrás desvincularte claramente y así defender nuestros valores”? ¿La respuesta? Sí y no.
Sí, si creemos a Carole Delga, presidenta socialista de la región de Occitania, que denuncia “una nueva quiebra moral” debido al “terrorismo glorificado”. Pero ella es una de esos socialistas que, hace mucho tiempo, rompieron con el LFI.
“Naufragio”
Sí, si confiamos en el diputado del PS Jérôme Guedj, que denuncia un “naufragio” de Mélenchon y su gente: “se perdieron en la ambigüedad – un suave eufemismo – de su relación con el terrorismo”. Pero es una de esas personalidades de izquierda molestas por el neoantisemitismo de los Insoumis.
Sí, pero…, cuando leemos y releemos los habituales arabescos de Olivier Faure, primer secretario del PS: “este proyecto de ley deroga pura y simplemente el delito de apología del terrorismo [ce qu’il désapprouve] cuya definición sólo es necesario aclarar para evitar desviaciones” [et voilà le point rendu aux Insoumis, puisqu’il semble reconnaître des « dérives »].
Pero ¿por qué este proyecto de ley tan provocativo que, como todo el mundo sabe, nunca verá la luz? Una vez más, Jean-Luc Mélenchon pretende demostrar -a su propio pueblo, así como a sus competidores y adversarios- que sigue siendo el más fuerte de la izquierda, que sus ignominias no romperán el Nuevo Frente Popular, esta unión artificial y falsa. que nunca moderará sus posiciones sobre el tema del drama palestino-israelí, que ha hecho del odio al Estado judío su asunto político e ideológico. Empuja y empuja, convencido de que socialistas, ecologistas y comunistas acabarán una vez más acostándose.
Hasta ahora, los hechos le dan la razón.