TRIBUNA
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Los Ministros Retailleau y Migaud anunciaron otro plan antidrogas en Marsella el 8 de noviembre. Pero no es el cannabis ni su tráfico lo que está en el origen del ajuste de cuentas, sino su prohibición. Aunque nadie afirma que una forma de legalización silenciaría los Kalashnikov, sí ayudaría a regular el mercado, recuerda el periodista Michel Henry.
par michel henry, Periodista independiente afincado en Marsella. Ex periodista de “Libération”.
Los marselleses son gente acogedora; Desde hace dos mil seiscientos años, hemos visto pasar a los “pekins”. Además, la visita, el 8 de noviembre, de dos ministros que vinieron a anunciar un nuevo plan contra el “narcotráfico” apenas causó revuelo. Hemos visto demasiadas veces esta escena de ministros corriendo, esta vez para anunciar una gran “causa nacional”, sin que la situación mejore. En Marsella leemos el futuro en las líneas de coca y ya tenemos la respuesta: su “plan” corre el riesgo, como los anteriores, de fracasar.
Recordemos esta situación: la gestión de los medicamentos es ante todo política. Si habláramos de salud pública, diríamos esto: la peor droga, el tabaco, mata a 75.000 personas al año en Francia. El segundo, el alcohol (41.000 muertes), provoca un coste social anual estimado en 102.000 millones de euros (156.000 millones de euros para el tabaco). El cannabis va muy por detrás: se le considera responsable de 120 muertes al año en Francia en accidentes de tráfico (1). Sin embargo, las dos drogas más letales son legales. El Estado incluso subvenciona fuertemente a los comerciantes de tabaco (llamados “estancos”), así como a los productores de vino.
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