“El amante definitivo” : así describió una vez el hotelero Adrian Zecha el jardín Lunuganga, durante un desayuno individual con el arquitecto de Sri Lanka Geoffrey Bawa en la terraza sur del lugar. Quizás se refería a su famosa cadena hotelera, Aman Resorts, o quizás se refería al significado del término en sánscrito, que se traduce como “paz”. Porque es un profundo sentimiento de paz lo que se siente en este jardín, que hoy celebra su 75º aniversario, que Lunuganga, este edén tropical diseñado por el visionario Geoffrey Bawa, celebra su 75º aniversario. La oportunidad para que la arquitecta Channa Daswatte le rinda homenaje.
Geoffrey Bawa lo imaginó como un retiro bucólico para él y para quienes tuvieron el privilegio de compartirlo con él. Comenzando por desarrollar el espacio ocupado por jóvenes plantaciones de caucho y canela, el arquitecto transformó un paisaje colonial de industria agraria en una visión personal de paz y paraíso. Durante la primera década, gran parte del jardín tomó forma, con sus largas vistas, pabellones y senderos arbolados, todos ellos hechos de tierra y follaje. Los siguientes cuarenta años estuvieron marcados por un desarrollo continuo. Durante este periodo, el hombre evolucionó junto con su jardín, convirtiéndose en uno de los arquitectos más influyentes de su generación. A pesar de su prestigio e influencia, se retiraba todos los fines de semana a Lunuganga para dedicarse al estilo de vida que había decidido seguir: el de jardinero.
Los jardines no toman forma de la noche a la mañana; son, en muchos sentidos, un acto de bondad suprema, ya que el creador a menudo nunca verá el producto final. Hoy, veinte años después de su muerte, este lugar tranquilo sigue encantando a los numerosos visitantes que lo atraviesan, como esperaba el arquitecto. Crear un jardín es mucho más que un acto, es un deseo profundo de transformar un entorno determinado en un mundo ideal donde reine la armonía. Un proceso lento, del que el creador obtiene un inmenso placer y una satisfacción incomparable, ya sea al ver una maceta en un balcón urbano o desde una vasta extensión como Lunuganga. Esta búsqueda de paz, alegría y espacio para la reflexión era sin duda lo que buscaba el arquitecto cuando diseñó este jardín del tesoro.
Adaptación de Sandra Proutry-Skrzypek.
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