“Antes de ser animador, soy diseñador”: Thierry Ardisson recuerda su historia de éxito en la publicidad

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Con motivo de la publicación de su libro “La edad de oro de la publicidad”, publicado por Éditions du Rocher, Thierry Ardisson recuerda su atípica carrera, desde sus inicios en la publicidad hasta sus conceptos televisivos. Desde sus primeros lemas creativos hasta el impacto de la profesión en su carrera, el presentador cuenta su historia con una mezcla de nostalgia y pasión.

En su libro “La edad de oro de la publicidad”, Thierry Ardisson profundiza en sus inicios. Antes de convertirse en el presentador atrevido que conocemos, Thierry Ardisson debutó en la publicidad, una carrera iniciada casi por casualidad. Al llegar a París sin dinero ni experiencia, confiesa que la publicidad fue su “gran escuela”.

A través de este exigente sector aprendió el oficio y desarrolló las habilidades que lo seguirían en la televisión. “He conservado mucho cariño por la publicidad porque pasé años muy bonitos”dice.

El arte del lema

A los dieciséis años, Thierry Ardisson compuso su primer eslogan para un concurso de publicidad de calcetines: “STEM, un poco, mucho, con pasión, con locura”. Si no ganó el premio, se destacó por su propuesta, señal precursora de su talento para las frases contundentes.

Entre sus lemas más famosos, “Lapeyre, no hay dos” ocupa un lugar especial: todavía utilizado 40 años después, demuestra su capacidad para captar la atención en pocas palabras. Según Ardisson, la esencia de un buen eslogan reside en su aparente sencillez. “El principio del eslogan es captar la idea en la menor cantidad de palabras posible, pero es difícil porque parece obvio cuando la encuentras”.explica.

Publicidad menos atrevida que antes

Thierry Ardisson analiza críticamente la evolución del mundo de la publicidad, donde constata una pérdida de creatividad y de asunción de riesgos. “A día de hoy todavía hay campañas notables, pero digamos que antes era un poquito mejor”bromea

En los años 1970 y 1980, con la llegada de las agencias americanas, la publicidad se profesionalizó y se convirtió en un vector cultural en sí mismo. Las campañas de la época, dice, buscaban la complicidad del consumidor, jugaban la carta del humor y la innovación visual. “Hoy tengo la impresión de que a la publicidad le interesa menos la gente, por lo que a la gente le interesa menos la publicidad”se lamenta.

De la publicidad a la televisión

Finalmente, el conductor reconoce que sus años en la publicidad influyeron en su trabajo en televisión. Acostumbrado a encontrar conceptos impactantes, rápidamente se convirtió en creador de programas de éxito, jugando con formatos y visuales. “Antes de ser animador, soy diseñador”resume. Su experiencia en publicidad le ha permitido dar forma a programas icónicos, dominando tanto el contenido como la forma. “Cuando llegué a la televisión sabía gestionar los créditos, la tipografía e incluso la iluminación, cuando en aquella época ¡era la Edad Media!”se ríe.

Thierry Ardisson

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