El devastador ataque supuestamente llevado a cabo por las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) de Sudán, que dejó 124 civiles muertos, subraya la sombría realidad de un conflicto que constantemente ha pasado desapercibido para el radar internacional. Si bien Sudán sufre una violencia impensable, la atención mundial sigue siendo desigual y fuertemente sesgada hacia conflictos que se alinean con intereses geopolíticos más amplios. No podemos ignorar que el pueblo sudanés también es víctima de un legado más amplio e inquietante del imperialismo, una situación que comparte con Palestina y otros que padecen explotación colonialista e interferencia extranjera.
Durante siglos, regiones ricas en recursos pero políticamente inestables se han convertido en campos de batalla, no por la liberación sino por el control de materiales valiosos como el oro, el petróleo y los minerales. Las potencias y los conglomerados extranjeros se benefician mientras las poblaciones locales sufren, y Sudán, con su abundancia de riqueza natural, no es una excepción. Las RSF, famosas por sus tácticas despiadadas, han dejado una huella brutal en Sudán, empleando una violencia inhumana contra civiles inocentes. Estos conflictos prosperan no sólo por las facciones internas sino también por el silencio (o peor aún, la complicidad) de entidades poderosas que prefieren sacar provecho del caos.
Este brutal ataque en Sudán es un recordatorio de que el costo del imperialismo todavía lo soportan las naciones que luchan contra las divisiones y la explotación impuestas. Las RSF, al igual que otros grupos militantes moldeados y perpetuados por esos legados, actúan con aparente impunidad, empujando a Sudán aún más a la agitación.
Es hora de que el mundo preste atención a la difícil situación de Sudán, reconociendo la necesidad de rendir cuentas y poner fin a la defensa selectiva de los derechos humanos. Esta no es sólo la lucha de Sudán; es un problema global de la humanidad que exige acción. Sin una protesta unificada contra esa violencia, el ciclo de sufrimiento continuará, dejando a Sudán y a otros países similares en una oscuridad perpetua.
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