François Ruffin generó polémica en la Fête de l’Humanité tras la publicación de su nuevo libro, Itinerario. ¡Toda mi Francia, ni la mitad! (ediciones Les gravámenes qui liberates), se centró en gran medida en su desacuerdo estratégico con La France insoumise (LFI). Por ello, lo critica por haberse centrado exclusivamente en los jóvenes y en las personas racializadas, abandonando las clases trabajadoras en la Asamblea Nacional (RN).
Hay muchas cosas que decirle al autor desde un punto de vista político, pero este post sólo discutirá sus ideas desde un punto de vista interseccional. La preocupación de Ruffin es volver a colocar una lectura en términos de clase en el centro del juego político, y tiene razón en este punto. Pero el problema viene de su concepción de clase, que parece en gran medida heredada de una visión estalinista que no cuestiona mucho: la de una clase mitificada que nunca ha existido realmente como tal, blanca, masculina, heterosexual (1). Su única innovación es incluir el campo y desviar el foco de los grandes centros industriales (la evolución del período obliga).
Véase el trabajo de Gérard Noiriel sobre este punto.
Así, Ruffin proclama que quiere defender la unidad de las luchas, pero lo hace por endurecimiento las categorías. Todas sus terminologías se dedican a separar: de un lado “la Francia de los pueblos”, del otro la “de las torres”; de un lado el “campo popular”, del otro “los barrios obreros”. Me parece que dar demasiado a una de estas luchas es quitarle a la otra, que clase y raza se oponen, ¡cuando la mayoría de las veces se superponen! Y además, muchas veces él mismo acaba reconociéndolo cuando le llevamos al límite.
Sobre el mismo tema: Mélenchon-Ruffin: un debate necesario
Esto también se debe al hecho de que aún queda prisionero de un esquema de suma de dominaciones, en detrimento de una verdadera interseccionalidad: sólo concibe la relación entre clase y raza en términos de suma, y no de cruce: “Me acusan de querer ‘abandonar los barrios obreros’. Para nada: quiero sumarlos, no restarlos”dice así (p. 103).
Es absurdo querer hacer un análisis de clase sin un análisis racial, o querer pensarlos por separado y luego sumarlos.
Tanto es así que llegó a criticar la estrategia del LFI que, según él, “racializaría” el conflicto de clases. ¡Sin ver que el conflicto de clases ya está racializado! Marx demostró claramente que, sin la colonización, el capitalismo no podría haberse desarrollado. Incluso hoy, a escala global, somos testigos de una división internacional del trabajo entre los países del Norte y los países del Sur. En Francia, a través del racismo y la explotación capitalista, las personas racializadas son sobreexplotado.
Por lo tanto, es absurdo querer hacer un análisis de clase sin un análisis racial, o querer pensarlos por separado y luego agregarlos: al contrario, debemos pensarlos. conjunto y al mismo tiempo luchar contra todas las formas de explotación y opresión. ¡Porque, de hecho, trabajan juntos! Esto es tener un análisis unitario, y esa es la verdadera convergencia de luchas.