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Cuando la Iglesia abogó por la “gran eliminación” del abad Pierre

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El padre Pierre y Robert Buron, entonces ministro de Hacienda, en la primera comunidad de Emaús, en Neuilly-Plaisance (Seine-Saint-Denis), en enero de 1954. AFP

Ya no es necesario demostrar que la Iglesia ha protegido a sacerdotes depredadores, incluso en los tiempos contemporáneos. Del caso Preynat (sacerdote de Lyon condenado por agresión sexual a menores en 2020) al de los hermanos Philippe (dos religiosos dominicos acusados ​​de violencia sexual múltiple), pasando por las revelaciones de la comisión independiente sobre los abusos sexuales en la Iglesia, en 2021, hay No faltan ejemplos del silencio mantenido por la Iglesia Católica respecto de los crímenes sexuales cometidos por sus clérigos. Pero, ¿cómo se desplegó realmente esta omertá? ¿Con qué actores? ¿Qué métodos? Los archivos del episcopado francés sobre Henri Grouès, conocido como abad Pierre, ordenado sacerdote en 1938, levantan parte del velo que rodea estas cuestiones.

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Tras la publicación por parte de Emaús, el 6 de septiembre, de un segundo informe que la acusa de violencia sexual (24 mujeres, en total, testifican por violación o agresión, entre ellas tres menores en el momento de los hechos), la Conferencia de Obispos de Francia ( CEF) abrió su archivo nacional el 13 de septiembre, ubicado en Issy-les-Moulineaux (Altos del Sena). Puso a disposición de periodistas e investigadores un archivo, elaborado por sus equipos de archiveros, de documentos –cartas, en su mayor parte– relativos al sacerdote, fallecido en 2007. Dos semanas después, el jueves 26 de septiembre, le tocó el turno al diócesis de Grenoble, donde Henri Grouès había sido incardinado como sacerdote, a abrir los suyos propios: los archivos de la diócesis, pero también los adjuntos al obispo; la distinción es importante, ya que los documentos relativos a los asuntos sexuales de los clérigos se incluyen en el segundo categoría.

Estos diferentes documentos, consultados por el mundo, ilustran la progresiva toma de conciencia por parte de la jerarquía eclesial de la necesidad de supervisar a este sacerdote que no es exactamente como los demás. Desde 1942, cuando Henri Grouès prestaba servicios como auxiliar (encargado, entre otras cosas, de la educación religiosa) en el orfanato de La Côte-Saint-André, en Isère, un El arcipreste, entonces responsable de su supervisión, se quejó ante el obispo de Grenoble, Alexandre Caillot, de su carácter. “escurridiza y escapa a todo control”. “Su celo, su piedad y su virtud son indiscutibles pero estropeados por la falta de sentido común, por la imprudencia y por una gran vanidad, porque siempre se cree llamado a cosas extraordinarias y grandiosas. (…) Es necesario que se vaya lo antes posible”escribe el sacerdote, que amenaza con dimitir si Henri Grouès permanece en el cargo, en una carta conservada en Grenoble.

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