Durante una intervención en el festival de cine de Turín, Sharon Stone no perdonó al director Sam Raimi por su falta de “lealtad” tras el rodaje de la película “Dead or Alive” en 1995.
Un resentimiento obstinado. Honrada por toda su carrera en el Festival de Cine de Turín, Sharon Stone participó con cierto entusiasmo en el ejercicio de preguntas y respuestas. La actriz de 66 años aprovechó la oportunidad para ajustar cuentas con el director Sam Raimi, a quien había confiado la dirección del western “Dead or Alive” en 1995. Una película que le permitirá confirmar su talento detrás de la cámara. y que le permitirá conseguir la producción de la trilogía de Spider-Man con Tobey Maguire, a principios de los años 2000.
“Tuve la suerte de poder producir ‘Dead or Alive’ y encargarme del casting. Ayudé al director Sam Raimi a pasar de dirigir películas B a películas A, y luego heredó Spider-Man para convertirse en un director destacado. Fui a buscar a Russell Crowe a Australia. Tuve la oportunidad de elegir a Leonardo DiCaprio antes de ‘Titanic’ y darle el papel principal. Disfruté mucho de mi papel de productora”, comenzó, antes de pasar a la ofensiva, informa el sitio estadounidense Deadline.
“En cuanto a Sam Raimi, disfruté mucho sus películas. Lo encontré muy inteligente y divertido, diferente a Martin Scorsese. Porque es italiano, es leal, tiene sentido de familia y por eso Martin y yo siempre estamos en contacto y siempre trabajamos juntos. Sam era un niño que no tenía lealtad, ni familia, nunca volvió a hablarme, no me agradeció, nunca me ofreció otro papel, nunca mantuvo esta relación”, dice.
Una inteligencia desperdiciada
Sharon Stone también aprovechó para decir todo lo malo que pensaba de la industria cinematográfica de Hollywood, donde nadie confiaba en ella por ser mujer, según ella.
“Después de ‘Dead or Alive’, fui al estudio a pedir un presupuesto de 14 millones de dólares para un proyecto. Tenía un guión, la música, lo tenía todo. Lo presenté en todas partes. Me dijeron que era la mejor sinopsis jamás presentada, pero ¿sabes qué? ¡Por una mujer! A finales de los años 1990, principios de 2000, la resistencia a ver trabajar a una mujer, a verme trabajar, era tal que no encontraba una nueva oportunidad cinematográfica que hacer”, confiesa.
“Sentí que mi inteligencia se había desperdiciado tratando de convencer a los tontos ejecutivos de los estudios de que debían darme la oportunidad de dirigir una película. Entonces me pidieron que los ayudara a gestionar los castings, lo cual hice, porque tenía verdadero talento como productor. Siento que la resistencia a ver a las mujeres en una posición de poder, a verme a mí misma en una posición de poder, fue muy intensa. Existía el deseo de no dejar que mi inteligencia fuera expresada por personas menos brillantes”, añadió.