De hecho, este es un título que se le impuso. Una palabra captada entre otras, a través de sus numerosas lecturas – ¿o más bien en una canción? ― y que se habrá quedado en su mente. Por su resonancia con su proceso de curación.
Este no es necesariamente el tema que Joanie Simard inicialmente pretendía explorar para su proyecto en el centro de artistas Alma. Pero hubo este diagnóstico en un ojo, en el camino. Así como la necesidad de informar al respecto.
En particular, inventariando todas las huellas de su trayectoria médica, incluidas estas imágenes oculares que encontramos en la pared de Langage Plus, luego estos cientos de cápsulas en el suelo, que juntas toman la forma de un rangoli.
Pero también explorando caminos de curación completamente diferentes. Estos están más en territorio sagrado.
“Fui hacia esa tensión entre la curación médica, que es algo más frío, más científico, y la curación neoespiritual, con objetos pequeños, cosas que pretenden ser tranquilizadoras”, explica el artista en una entrevista con El diario.
Al entrar en la sala de exposición de Langage Plus se puede, por ejemplo, oler el aroma de los aceites esenciales. Como podemos escuchar estas gotas de agua cayendo sobre un tambor en miniatura, o estos cuencos tibetanos -llamados cuencos tibetanos- que ofrecen una resonancia sutil pero constante.
Tantos estímulos asociados a una promesa de bienestar, para algunos, y que deben resultar fascinantes a los ojos de Joanie Simard. Ella, que, sin ser la mayor fanática de este tipo de objetos neoespirituales –aún admite tener salvia en casa–, no dejó piedra sin remover una vez realizado su diagnóstico.
“En mi proceso, también leo libros de gurús, de yoguis, sobre curación. Intentamos muchas cosas. Fue un poco de mi experiencia. La del médico, del científico que te llevará del punto A al punto B. Pero también estos otros recursos que buscaremos. Me pareció interesante ir a jugar a esas aguas”.
Luego “hubo mucho tiempo”, en el centro del proceso, precisará Joanie Simard.
El –incalculable– que se necesita para llenar cada cápsula en el suelo. O el que se puede contar en gotas de agua, en el tamborito.
“Así que hacer sagrado el paso del tiempo, casi verlo como algo tangible”, señala quien con las cápsulas también quiso recordar el rangoli.
“Estas son obras creadas sobre el terreno en Asia. Encontré que había algo poético en la idea de que era efímera, que la obra siempre cambiaría.
La propuesta en cuestión también recuerda a las formas y colores del caleidoscopio, que se pueden encontrar aún más claramente en una proyección de vídeo en la pared de la otra sala.
No es casualidad, confirma Joanie Simard, que dice sentirse atraída por una visión tan fragmentada, así como por la posibilidad de ver lo que normalmente escapa a la mirada.
Como estas numerosas imágenes de rayos X, tomadas de su propio cuerpo, luego resaltadas y coloreadas en el vídeo. Un espectáculo ante el cual entendemos un poco mejor lo que el artista quiere decir, con Clarividencia.
Para entenderlo por ti mismo, tienes hasta el 15 de diciembre para visitar la exposición en Langage Plus, en Alma.