Cómo Kate Middleton se convirtió en el símbolo de nuevas formas de desinformación

Cómo Kate Middleton se convirtió en el símbolo de nuevas formas de desinformación
Cómo Kate Middleton se convirtió en el símbolo de nuevas formas de desinformación
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La guerra informativa entre la familia real y la prensa inglesa no es nueva. Pero en la era de las redes sociales y los deepfakes, la caótica gestión de la comunicación en torno al estado de salud de Kate Middleton tras el anuncio de su cáncer ha desatado una avalancha de rumores conspirativos y está dañando la imagen de la princesa. La realeza se encuentra en un punto de inflexión en términos de comunicación.


El 9 de septiembre de 2024, la cuenta oficial de Instagram de los Príncipes de Gales emitió un vídeo anunciando el fin de la quimioterapia de Kate Middleton. Dirigido por Will Warr, un ejecutivo de publicidad conocido por su trabajo para marcas como Uber Eats, Tesco y Puma, este vídeo “rompió” inmediatamente Internet con varios millones de visitas en pocas horas. Más allá de las muestras de simpatía, esta comunicación ilustra una vida bajo la presión de las redes sociales y las noticias falsas.

Revela imágenes muy privadas de Kate, filmadas en Norfolk, en el campo. Kate, en un entorno bucólico, se presenta como una superviviente, una abanderada en la lucha contra el cáncer que saca fuerza del amor de su familia, de sus fans y de su conexión especial con la naturaleza. Aunque Kate se ha convertido en una figura fija en las redes sociales, con más de 54 millones de seguidores en sus cuentas, la familia real en general se mantiene reservada. La máxima “Nunca expliques, nunca te quejes” todavía se utiliza. Pero en la era de las noticias falsas y la sobrecarga de información, esta estrategia es cada vez más difícil de mantener y la enfermedad de Kate ha dado lugar a una intensa batalla en las redes sociales.

La era de la desinformación y el declive de la comunicación institucional

El video donde anuncia su cáncer ha sido visto más de 5 millones de veces. Después del anuncio, las tasas de participación en las publicaciones reales aumentaron un 300%. Al mismo tiempo, las fotografías del Día de la Madre retocadas por AI y el silencio sobre su estado de salud han alimentado todo tipo de rumores de conspiración. La prolongada desaparición de Kate fue recogida por el hashtag #WhereIsKate. La familia real respondió con #WeLoveYouCatherine, que se utilizó más de 500.000 veces en 24 horas.

¿Qué lecciones se pueden aprender de este caótico marketing social en el que sufrir en privado se considera un error y no revelar los propios registros médicos es un delito de lesa majestad?

En La era de la desinformaciónBennett y Livingston (2020) describen cómo las plataformas digitales han perturbado la comunicación pública, dando paso a una era en la que la desinformación se ha vuelto omnipresente y particularmente difícil de controlar. Estas comunicaciones disruptivas están penetrando las esferas públicas dominantes que alguna vez fueron los guardianes institucionales de toda comunicación. Sin embargo, la guerra informativa entre la familia real y la prensa inglesa no es nueva. Desde el drama de Diana hasta los reveses de Harry, muchos investigadores han analizado esta prensa que muy rápidamente se convirtió en la dictadura del clic y de la economía de la atención. Se pueden distinguir varias etapas en la degradación de la información:

Paso 1, hora del sensacionalismo

La etapa 1 corresponde a las décadas de 1980 y 1990, donde el lugar reservado a la cultura de las celebridades y al chisme se antepone a los contenidos serios y documentados. En 1998, sólo el 8% de los editoriales del Sol un tu Espejo Podría considerarse que versan sobre política o economía, dedicándose el resto a chismes o deportes.

Paso 2, busque clics

La etapa 2 aparece en la década de 2000, durante la cual el contenido generado por los usuarios comienza a competir con el de los paparazzi. El móvil se está generalizando y la economía de la atención que cultiva el periodismo en Internet alimenta un flujo ininterrumpido de contenidos cuyo único objetivo económico es servir de soporte a la publicidad digital. Las redes sociales amplifican este fenómeno.

Etapa 3, la era de la IA

La etapa 3 comenzó en la década de 2010. La generación de imágenes de celebridades mediante IA despegó con GAN (redes generativas adversarias), una tecnología que enfrenta un generador de imágenes contra un discriminador para crear imágenes realistas. Los deepfakes utilizan GAN y superponen una cara (a menudo la de una celebridad) a un vídeo existente de una forma muy realista. Las expresiones faciales, la voz y los movimientos de la persona real se imitan perfectamente. La frontera entre lo real y lo fabricado ya no existe.

La era de los deepfakes

Esta era de los deepfakes es la última etapa de la desinformación que hace casi imposible una estrategia social eficaz, es decir, cómo utilizar mejor tu imagen para promocionar una marca o una causa, gestionar una comunidad de fans y obtener la máxima participación en tus publicaciones. Los esfuerzos de Kate Middleton por mantener una imagen positiva chocan con lo que Bennett y Livingston llaman “arquitectura de desinformación”, una dinámica sistémica en la que actores maliciosos utilizan la tecnología para amplificar las dudas, las sospechas y desdibujar los límites entre lo verdadero y lo falso.

El problema es que la propia Kate recurrió a ello. La foto del Día de la Madre e incluso el vídeo de su anuncio sobre el cáncer fueron supuestamente retocados por AI. Las fotos antiguas de la Reina están sujetas al mismo proceso de verificación mediante herramientas de detección de IA disponibles en Internet y accesibles para cualquier persona. Este uso por parte de la Familia Real de la IA marca el fin de la comunicación institucional y de las diversas narrativas desarrolladas con éxito hasta entonces por la monarquía basada en la tradición y la familia.

La “paradoja de la privacidad” (ser visto y permanecer oculto) o la monetización imparable de la imagen

El segundo aspecto de la desinformación radica en la sobremonetización de cada aparición pública. La monarquía es criticada por la “paradoja de la privacidad” (ser vista y permanecer oculta): reclamar privacidad mientras se expone y se aprovecha de ella en términos de popularidad. El problema es que son los medios, las redes sociales, las marcas y otras plataformas de influencia las que más se benefician.

En cuanto a la publicidad digital, un análisis realizado sobre la herramienta Social Listening TalkWalker muestra que en una semana promedio, el hashtag #KateMiddleton se utilizó 4.500 veces y llegó a casi 130 millones de personas. Una de las señales de que la imagen de Kate está dañada por estas múltiples polémicas lo confirma el análisis de sentimientos realizado, un método que consiste en utilizar herramientas de inteligencia artificial para identificar y evaluar las emociones u opiniones expresadas en un texto, como positivas, negativas o neutrales. . 438 influencers se ganan la vida gracias a este hashtag, que reúne a una comunidad en torno a un tema concreto, aumentando así su visibilidad y atrayendo el interés de las marcas por las colaboraciones.

Entre ellos, el 93% están activos en X y más del 5% en YouTube. Es en esta red donde la monetización sería mayor, con 4.400 euros mensuales por influencer ganados gracias al tema “Kate Middleton”. Kate también es una influencer cuya particularidad es no recibir nada a cambio.

Reiss, LK Bennett y Zara vieron aumentar sus ventas en un 200% después de que Kate usara sus diseños. La ropa que elige se vende en promedio cinco veces más rápido. El impacto económico anual de Kate en la moda británica se estima en 1.200 millones de euros. Por lo tanto, la presión para que regrese y continúe su trabajo como embajadora de la moda es particularmente fuerte.

La estrategia social de Kate Middleton: un modelo frágil

Su estrategia social se basaba anteriormente en 5 pilares: target popular, posicionamiento en el mundo de la moda, proximidad, capacidad de generar engagement, adopción de códigos tomados de la industria del cine y del entretenimiento. Pero se había olvidado una última regla: el control absoluto no existe. Su humanidad se convierte en un producto como cualquier otro. No se trata sólo de la muerte de la privacidad, es la transformación de cada momento personal en contenido para consumir, compartir y analizar. Y este modelo no tolera ni la pausa ni el silencio.

La realeza se encuentra, por tanto, en un punto de inflexión en términos de comunicación. Su estrategia debe basarse ahora en la agilidad en términos de gestión de crisis, una revolución en la transparencia de la información y el apego a una autenticidad no mediada por pantallas. En un mundo donde toda imagen puede ser falsificada, la sinceridad de los momentos captados y la veracidad de la información compartida se convierten en valores cruciales para devolver credibilidad a la comunicación pública. Un compromiso ético sobre su negativa a utilizar imágenes o películas generadas por IA podría restaurar la confianza perdida. Finalmente, volver al campo y aumentar el número de visitas auténticas con “personas reales” podría, por un tiempo, silenciar los rumores. Última regla, acepte que el silencio es un lujo que ni siquiera las princesas pueden permitirse.

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