el Carlton, palacio de todas las estrellas

el Carlton, palacio de todas las estrellas
el Carlton, palacio de todas las estrellas
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Cada año, en mayo, cientos de personas se agolpan frente a la fachada de la Belle Époque en el número 58 del bulevar de la Croisette, con la esperanza de vislumbrar una estrella que emerge de las entrañas del edificio. Este gigante con aspecto de jefa, inaugurado el 30 de enero de 1911, fue diseñado por el empresario Henri Ruhl, asociado con el arquitecto Charles Dalmas, en lugar del pequeño Hôtel de la Plage, una modesta casa de huéspedes familiar.

El resto después de este anuncio.

El edificio, que se ha convertido en el hogar de celebridades de paso, está coronado por dos cúpulas redondeadas, ubicadas a ambos lados de la fachada. Cuenta la historia que se inspiraron en los pechos de la bella Otero, bailarina, cortesana y ícono glamuroso de principios del siglo XX.

Frecuentado inicialmente por la aristocracia británica y rusa, albergó en particular los amores del gran duque Mickhail Mikhailovich Romanov, miembro de la familia imperial en el exilio, y de Sophie de Merenberg, nieta de Pushkin.

La Liga de las Naciones en Carlton

Pero fue sobre todo en la década siguiente cuando el Carlton ganó fama, consolidándose como un establecimiento imprescindible a nivel internacional: por iniciativa del presidente del Consejo y ministro de Asuntos Exteriores, Aristide Briand, el hotel fue requisado en enero de 1922. acoger una reunión del Consejo Supremo de la Sociedad de las Naciones, la jovencísima Sociedad de las Naciones, antecesora de las Naciones Unidas.

Carlton se convierte en el centro del mundo. La suite 523, donde se alojaba el coronel Harvey, representante estadounidense, fue también la de Barack Obama durante la cumbre del G20 organizada en Cannes en 2011 y que reunió a veinticinco jefes de Estado. Unos años después de la reunión de la SDN, en 1926, se produjo una repetición: en la plaza frente al establecimiento se instaló la primera cancha de tenis de tierra batida de la historia, y Suzanne Lenglen se enfrentó a Helen Wills en lo que la prensa entonces llamó de “ partido del siglo”.

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Un lugar legendario

El Carlton no esperó, pues, a la primera edición del Festival de Cannes, en 1946, para adquirir prestigio, pero el festival de cine anual lo transformará en un lugar legendario. Las estrellas del séptimo arte reemplazan a los viejos aristócratas y capitanes de la industria. El palacio alberga los primeros indicios del romance entre Grace Kelly y el príncipe Rainiero de Mónaco, que habían sido presentados poco antes por los periodistas de Paris Match. Luego, el estadounidense filmó “La main au collar”, de Alfred Hitchcock, con Cary Grant, que se estrenó en 1955.

Se filman varias escenas en la playa privada del Carlton y en el hotel. Entre ellos, aquel en el que Grace Kelly cierra la puerta de su habitación en la cara a Cary Grant, convirtiendo la suite 623 en una de las más solicitadas. Le seguirán otros rodajes, como “La bonne nouvelle” (1973), de Claude Lelouch, o “Grosse fatiga” (1993), de Michel Blanc.

En cada Festival de Cannes, los miembros del jurado depositan allí sus maletas

A lo largo de su historia, el edificio, adquirido en 2014 por el fondo qatarí Katara Hospitality, ha sufrido numerosas transformaciones. La última, dirigida por el arquitecto Richard Lavelle en colaboración con los interioristas Pierre-Yves Rochon y Tristan Auer, duró cinco años y estaría terminada en 2023 y habría costado 350 millones de euros según los medios locales. Piscina desbordante, exuberante jardín en lugar del aparcamiento interior, extensión de 20.000 metros cuadrados, el palacio ha sido renovado sin perder nada de su carácter ni de este encanto típico de la Belle Époque. Y las estrellas de Hollywood, así como sus leales en otros lugares, han regresado para colonizar sus 369 habitaciones, incluidas 52 suites.

En cada Festival de Cannes, los miembros del jurado depositan allí sus maletas. Sean cuales sean sus exigencias, locuras o caprichos, los clientes más famosos o ricos saben que aquí están protegidos: la discreción del personal sólo se compara con la calidad del servicio. El Carlton sigue siendo un remanso de libertad del que son las joyas.

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