Ser incapaz de reconocer los rostros de las personas que nos rodean. Así podríamos definir la prosopagnosia. Según el Daily Mail, este trastorno podría afectar entre el 2 y el 3% de la población.
Caras anónimas
Para los prosopagnósicos, el mundo está, por tanto, poblado de rostros anónimos. Sin embargo, el trastorno no es visual, sino neurológico: las personas que lo padecen “no imprimen” los rostros de sus interlocutores, aunque se encuentren con ellos habitualmente.
En casos extremos, tampoco reconocen su propio rostro.
Estrategias de reconocimiento
La enfermedad se diagnostica tras varias pruebas, incluidas pruebas de reconocimiento facial: “a las personas se les muestran imágenes de caras y tienen que indicar si les resultan familiares o no”, explica la Universidad Birbeck de Londres. “Estas pruebas incluyen el reconocimiento de rostros famosos, muy conocidos de la cultura popular. »
Una vez realizado el diagnóstico, queda por comprender su origen: la prosopagnosia puede ser adquirida (aparece tras una lesión cerebral), progresiva (ocurre en determinadas formas de demencia) o congénita (existe desde el nacimiento).
El último tipo de prosopagnosia se descubrió recientemente y “los estudios familiares y de gemelos sugieren una fuerte contribución genética a la capacidad de reconocimiento facial en la población general”.
No existe tratamiento para la prosopagnosia, pero las personas que la padecen generalmente desarrollan estrategias para reconocer a las personas con las que están hablando, como aprovechar información visual, como el peinado, las joyas, la vestimenta, las actitudes, los pasos. También los identifican por su voz.
Fuente : Birkbeck (Universidad de Londres) – Academia Nacional de Medicina
