Stanis Pérez se suma a la 'guerra de sexos'
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Stanis Pérez se suma a la 'guerra de sexos'

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“El cuerpo de la mujer. Mil años de fantasías y violencia”. XImi-XXImi siglos”, de Stanis Perez, Perrin, 432 p., 25 €, digital 17 €.

Algunas obras cultivan la ambigüedad sobre sus motivaciones. Es el caso de Cuerpos de mujeresPor Stanis Pérez, historiador de la medicina, que se propone rastrear las fantasías y las violencias de los hombres a lo largo de un milenio. La anatomía específica de las mujeres, en el origen de una obsesión masculina continua, habría condicionado el tratamiento que se les reservaba.

En apoyo de esta tesis un tanto determinista, Pérez analiza la figura mariana en la Edad Media, modelo de pureza y dolor. Idealizado, el cuerpo de la Virgen estigmatizaría por contraste la carne de las mujeres sencillas, que entonces eran víctimas de mil atentados, empezando por las mortificaciones extremas que se infligían a sí mismas las mujeres cristianas más exaltadas.

Obligadas a permanecer modestas, a despreciar su apariencia, las mujeres se encuentran atrapadas en normas contradictorias: deben también conformarse al deseo masculino, cuya influencia domina la sociedad. Hasta el punto de dar origen, a lo largo de los siglos, a todos los secuestros, violaciones y malos tratos. La autora describe con detalle los tormentos sufridos durante las guerras y las revoluciones, así como en la vida cotidiana, en el ámbito doméstico.

La dominación masculina se basa en un sistema de representaciones que permean el arte y los círculos intelectuales. El siglo XIXmi El siglo del romanticismo y del advenimiento de la ciencia concentra los peores atropellos. En nombre del tratamiento de la histeria, la obsesión por el placer femenino justifica la mutilación de los genitales.

Stanis Pérez acumula ejemplos horripilantes o banalmente angustiosos en páginas a veces francamente insoportables. Por supuesto, hay que conocer esta realidad, pero el libro plantea serios problemas metodológicos. En una sola frase, el autor deja de lado la cuestión del género, acusado de negar la ciencia y el sentido común popular. Con ello, ignora la asignación de identidad y la relación íntima que las personas tienen con sus cuerpos. En cuanto a la historia cultural que reivindica, en última instancia le presta poca atención.

Una letanía de lamentaciones

No es ésta la única aportación de investigación que Pérez pasa por alto. Tomando sólo los datos conocidos de la historia de la justicia, no duda en proponer falsedades: la pedocriminalidad siempre habría afectado más a las niñas, la represión de las violaciones estaría condenada a la ineficacia. Mediante una acumulación de noticias raramente puestas en contexto, de referencias y citas no comentadas, el razonamiento se convierte en una selección de lo que no es tan erudito como lo pretende el historiador. El lector se ve inmerso en una letanía de lamentaciones, que rayan en la complacencia, en favor de una visión profundamente pesimista, que condena al fracaso toda resistencia o tentativa de relaciones armoniosas.

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