La escena, documentada en un vídeo que circula actualmente en Internet, no requiere comentarios. Vemos un Peugeot 307 circulando tranquilamente por una vía de Rabat, cuando es literalmente atacado no por uno, ni dos, sino tres taxis. A plena luz del día y en pleno tráfico. “Dirigido”, es decir, obligado voluntariamente a caer de lado en los impactos laterales provocados por uno de los tres taxis, el Peugeot fue inmediatamente rodeado por los otros dos.
El conductor de VTC está encerrado en su coche, insultado de todo tipo y amenazada su integridad física. Abandonar su vehículo supone poner en peligro su vida. Pasaremos por alto el verdadero caos creado a consecuencia de ello en la vía pública, sólo para recordar que son los agresores quienes escuchan… ¡llamar a la policía! Terminarán arrestados por la policía, se entera le360.
Son decenas de escenas de esta naturaleza circulando en las redes sociales. Su nivel de violencia y la anarquía que crean chocan con el civismo que debería reinar en las carreteras y dañan la imagen del país, próximo anfitrión de eventos mundiales, en particular la CAN 2025 y la Copa del Mundo en 2030. No más lejos de la A principios de mes, un diplomático ruso y su esposa fueron atacados por taxistas cuando lo único que querían era visitar Casablanca en un VTC. Terminaron en el hospital, al igual que el conductor del vehículo.
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Fue necesaria una denuncia de las víctimas rusas para que uno de los conductores agresores, que afirma defender su profesión, fuera encarcelado. Y es difícil imaginar su sorpresa cuando descubrieron que el simple hecho de utilizar una aplicación VTC es sinónimo de gran peligro. Recordamos también esta escena urbana del oeste en el corazón de Tánger, donde los taxistas utilizaban los mismos procesos. Con consecuencias similares.
En el origen de estos repetidos deslizamientos hay un gran cambio de fase. Por un lado, la realidad del mercado, donde prosperan aplicaciones como Careem (Emiratos Árabes), InDrive (Estados Unidos) o Yango (Rusia). Están representados por 12.000 conductores independientes (7.000 de ellos en Casablanca) que recorren los bulevares y las calles de Marruecos, respondiendo a una necesidad real y ofreciendo un mínimo de garantías de seguridad y, en general, una calidad de servicio satisfactoria. Éste está lejos de ser el caso de los taxis, grandes y pequeños. Cuando algunos carecen del nivel básico de higiene, otros imponen sus trayectos, sus precios… y a tus vecinos de compras.
Del otro lado, encontramos precisamente la feroz resistencia de estos “taxistas”, cuya posición se basa en la ley. Y con razón, si en todo el mundo la actividad de las VTC está perfectamente estandarizada y regulada, hoy parte del panorama del transporte, en Marruecos es discretamente tolerada, pero formalmente prohibida por la ley, que la asimila a “transporte clandestino“. Por obvias razones de competencia, los taxistas no lo quieren y consideran que todos los medios son buenos para sabotearlo, incluida la violencia.
¿Una ley? Es urgente esperar
Al anacronismo se suma, pues, el disparate. Y, prometida desde hace meses, una ley que regula la actividad de las VTC, que operan ilegalmente de facto, tarda en ver la luz. En el medio hay un nos convertimos (anarquía) que no dice su nombre, con la multiplicación de los casos de agresión y, en definitiva, con la mala publicidad (como este artículo dedicado publicado en el sitio de Radio Francia Internacional) sin el cual el país habría podido vivir bien.
Por parte del legislador, las cosas apenas avanzan. La medida, admitámoslo retrógrada, que impidió al gigante Uber operar en Marruecos no disuadió a otras “marcas” de tener un escaparate. Incluso el (muy) operador argelino Yassir colmó la brecha. Todos ellos no dudan en hacer alarde de su “beneficios» en carteles pegados por todas nuestras ciudades y en anuncios muy marroquíes en las pantallas de nuestras televisiones (nacionales) o de teléfonos inteligentes, a través de plataformas digitales y redes sociales. Por otro lado, simplemente parecemos actuar como si el fenómeno no existiera. Mientras que, para aclarar, la autorización y supervisión de los VTC aparecen en blanco y negro en los pliegos de la FIFA, organismo que aprobó la organización del Mundial de 2030 en Marruecos, con España y Portugal.
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Ante la emergencia, el gobierno prefiere tomarse todo su tiempo. El pasado mes de julio, su portavoz, Mustapha Baïtas, anunció el lanzamiento de un “estudiar» sobre el sector VTC, como antesala de su regulación. Desde entonces, ha reinado el silencio de radio. En noviembre pasado, el grupo del Movimiento Popular (MP) en la Cámara de Representantes desarrolló un tímido proyecto de ley destinado a regular el transporte de pasajeros a través de aplicaciones móviles. Aquí también, sin ningún seguimiento real. Al mismo tiempo, el ministro del Interior, Abdelouafi Laftit, anunció al Parlamento el inicio de un plan de acción para recalificar el sector del taxi y mejorar sus servicios.
Mientras tanto, en la realidad, el mantenimiento de la tierra de nadie legal sigue generando efectos perversos. El más espectacular de ellos es que, a falta de regulación, algunos conductores de VTC también empiezan a defraudar y ahora practican una especulación descarada, haciendo subir los precios con el pretexto de la escasez de taxis. Por un viaje indicado en 40 dirhams en la solicitud, los clientes pueden pagar el doble o incluso el triple. Otros no dudan en hacer anuncios falsos sobre el tipo de vehículo en función del precio de la carrera: para una carrera “confort”, que se supone se realiza con un vehículo de alta gama, puede suceder que un conductor baje con un pequeño Coche urbano en mal estado. Como si, por falta de contención, el nos convertimos próspero en todos los sentidos. Insostenible.