Por Carolina Lumet
Publicado
22 de diciembre a las 7:00 a.m.,
actualizado 22 de diciembre a las 9:48 a.m.
Las fobias se encuentran entre las patologías más extendidas en Francia. Algunos aprenden a vivir con ello, otros lo esconden debajo de la alfombra. Pero a veces, estas ansiedades patológicas arrasan con todo lo que encuentran a su paso. Incluyendo a la pareja.
Baptiste V. es un misófono. El abogado de 54 años desarrolló intolerancia a ciertos sonidos, especialmente los corporales: olfatear, toser, ruidos bucales. Para él, cenar a la luz de las velas es un castigo. “Se ha intensificado a lo largo de los años. Hoy solo escucho el sonido de mi esposa masticando. Pierdo los estribos porque tengo la impresión de que mastica ruidosamente a propósito”, admite. Para gran consternación de su compañero que ahora prefiere… ¡sentarse en una mesa aparte! Ella come en la cocina antes de regresar del trabajo o mientras él está ocupado en otra habitación de su casa en Mandelieu-la-Napoule (Alpes Marítimos). Una situación tensa que priva a la pareja de momentos de intimidad, de compartir y también de sociabilidad. Les es imposible cenar o ir a un restaurante con amigos. O para presentarle compotas y purés a su primer nieto, nacido a finales de verano. “Mi esposa me dijo que había aceptado…
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