Garou tuvo el honor de ser invitado a participar en la reapertura de la catedral de Notre-Dame de París el próximo 7 de diciembre, pero hay palabras en los clásicos Beldad y La época de las catedrales que no quería cantar.
“Me pareció un poco inapropiado cantar Beldadcuriosamente”, admite la cantante quebequense, que El diario se reunieron el martes en el Centro Videotron de Quebec.
¿La razón? El pasaje de la canción donde el protagonista le pide a Lucifer que le deje deslizar sus dedos una vez por el cabello de Esmeralda. “No iba a rogarle a Lucifer cuando se reabriera la catedral”, dijo sonriendo.
También le ofrecieron La época de las catedrales. Mismo caso de conciencia. ¿Cómo, en tales circunstancias, podemos cantar el último verso que dice “Se acabó el tiempo de las catedrales, la multitud de bárbaros está a las puertas de la ciudad, dejen entrar a estos paganos, a estos vándalos, el fin de este mundo está previsto para el año 2000.»?
“Había algo que sienteis No”, dijo Garou.
Su solución fue proponer un popurrí que reuniera La época de las catedrales, Las campanas y Beldad, lo que le permitió ignorar los segmentos que consideraba problemáticos y concluir cantando “Hermosa, es una palabra que parece inventada para ella.» mientras contemplas la catedral que vuelve a brillar con mil luces.
Un momento mágico en la catedral
Su actuación, realzada por la contribución de la Orquesta Filarmónica de Radio Francia, dirigida por el director Gustavo Dudamel, permitió a Garou volver a pisar la catedral dando nombre al musical de Luc Plamondon que lo hizo famoso, a finales de los años 1990.
“No podía rechazar tal oferta. Se cierra el círculo”, afirma Garou, que incluso aprovechó su agitada estancia en París para vivir un “momento muy personal y conmovedor” en la catedral.
“Me habían reservado un pequeño hotel justo al lado y cuando fui a mis ensayos la puerta de la catedral estaba abierta. Llegué a casa y apenas había nadie. Me lo pasé muy bien caminando y recordé la primera vez que fui a París. Luc Plamondon se ofreció a encontrarme en algún lugar y le dije: “Dejaré mis maletas en el hotel y nos encontraremos en la plaza frente a Notre-Dame”, relata.
“Fue lo primero que vi en París, aunque nunca pensé que iría a París. Reviví tantas cosas, casi solo en la catedral, y allí estaba el organista practicando para el día siguiente. Fue fascinante. Solo en mi burbuja. Fue mágico”.