En el festival de cine de La Rochelle, Michael Haneke investiga la conciencia culpable de Europa

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“La cinta blanca” (2009), de Michael Haneke. LAS PELÍCULAS DE LOSANGE

El verano cinéfilo suele comenzar con un viaje a La Rochelle, donde el FEMA (Festival de Cine de La Rochelle) renueva su generosa fórmula mezclando retrospectivas en profundidad con una salva de avances, también sólidos, ya que acaba de cruzar silenciosamente la mitad de un siglo desde su creación en 1973. Excepto que otro tipo de suspenso corre el riesgo de superponerse, este año, a este 52mi edición que, que tendrá lugar del viernes 28 de junio al domingo 7 de julio, se prepara para superponer las dos vueltas de las apresuradas elecciones legislativas que ofrecen una oportunidad sin precedentes para la extrema derecha.

En la Ciudad Blanca, bastión socialdemócrata, la votación europea del domingo 9 de junio vio a la lista “Despertar Europa”, encabezada por Raphaël Glucksmann, en primer lugar con el 22,67% de los votos, seguida de cerca por la del mitin nacional de las 18.07 horas. %. En el cuello de botella entre las dos rondas, la celebración del festival podría parecer fuera de lugar: por el contrario, afirma la continuidad a toda costa de una misión cultural que, en el contexto, adquiere una importancia cada vez mayor.

En el programa de esta generosa edición, que contará con un homenaje a Françoise Fabian en su presencia y un reencuentro con Marcel Pagnol y Chantal Akerman (1950-2015) gracias a ejemplares nuevos, un ciclo corre el riesgo de resonar más fuerte que los demás, dedicado a Michael Haneke, principal retratista de la mala conciencia europea. De hecho, la obra del cineasta austriaco, doce largometrajes en treinta años, ha reflexionado durante mucho tiempo sobre los males que acechan al Viejo Continente: los orígenes aldeanos del totalitarismo (La cinta blanca, 2009); la banalización de la ultraviolencia (Juegos divertidos, 1997); los coloniales reprimidos (Oculto2005) o incluso el oscurantismo que viene (El tiempo del lobo2003), en términos austeros y tajantes que nunca dudaron en impresionar al espectador.

Trabajos juveniles para televisión.

El programa destaca sobre todo una parte poco visitada del corpus hanekiano: sus primeros trabajos para la televisión austriaca, cinco de los cuales se presentan aquí gracias a nuevas restauraciones. Éstas revelan otra faceta de Haneke, un ironista precoz, pero menos formalista que en el cine, también menos manipulador, más cercano a sus personajes y que no busca reprimir las emociones. Características que sin duda se explican por las exigencias públicas más generales del pequeño tragaluz, sin restringir un arte exigente.

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