¿Tradición ancestral o controversia contemporánea?

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Cada año, después de Eid al-Adha, la fiesta musulmana del sacrificio, Marruecos es testigo de otra vibrante festividad. En este carnaval o desfile, que a menudo se celebra entre Eid y el Año Nuevo islámico (Año Nuevo Hijri), así como Ashura (el décimo día de Muharram, el primer mes islámico), los participantes vestidos con pieles de cabra y máscaras desfilan por las calles.

Conocida como Boujloud (árabe) o Bilmawen (amazigh), que significa “el que viste pieles, cuero o pieles”, esta tradición hace que los jóvenes marroquíes desfilen y bailen cada año con trajes minuciosamente elaborados con pieles, cuernos e incluso extremidades de animales sacrificados. Eid. Fotos y vídeos de estos elaborados disfraces, que recuerdan a Halloween con sus coloridas pelucas, aterradoras lentes de contacto y maquillaje en 3D, están inundando las redes sociales.

Sin embargo, Boujloud tiene muchos detractores. Los panarabistas que la consideran una práctica pagana “extraña” a la cultura marroquí, mientras que los islamistas la asocian con el “satanismo”, denunciando que se produce después de una importante festividad islámica.

Una tradición muy arraigada

Boujloud, sin embargo, está profundamente arraigado en la historia marroquí y refleja las prácticas, creencias e interacciones sociales de sus antepasados. El antropólogo marroquí Abdellah Hammoudi señala que esta tradición ha existido en Marruecos durante siglos, y la primera documentación se remonta a finales del siglo XIX.

Hammoudi, en su libro “La víctima y las máscaras: un ensayo sobre el sacrificio y la mascarada en el Magreb”, subraya que durante este período, Boujloud captó la atención de los observadores extranjeros, especialmente los franceses. Por otro lado, señala que los árabes rara vez reconocían festivales fuera del calendario islámico oficial.

Por tanto, las primeras descripciones de Boujloud provienen principalmente de “extranjeros”, sostiene Hammoudi. Indica que estas mascaradas se practicaban en todo Marruecos, desde las montañas del Atlas, pasando por el norte entre las tribus Jbala y Rif, así como en las grandes ciudades imperiales como Marrakech y Fez. Los relatos de investigadores y etnógrafos extranjeros documentan variaciones en esta tradición entre diferentes regiones y tribus.

Curiosamente, Boujloud llegó incluso a la corte real, convirtiéndose en un componente frecuente de las celebraciones de Ashura. Como señala Hammoudi, el antropólogo francés Edmond Doutté documentó en 1907 la aparición de Boujloud “en las calles matutinas de Marrakech, algún tiempo después del sacrificio”.

Según el diplomático francés Eugène Aubin (citado por Hammoudi), el Boujloud continuó durante todo el período posterior al Eid en Marrakech, acompañado de actuaciones al aire libre durante la Ashura. Aubin describe a Boujloud en Marrakech como “Herrema Bou Jlud”, una tradición conocida por sus representaciones cómicas, especialmente delante del sultán.

“Esta costumbre está muy desarrollada, allí se representan auténticas obras cómicas”, escribe Aubin, destacando en particular su presencia “ante el sultán”. Detallaba actuaciones con un Qadi (juez) y un “juicio burlesco”. El colofón fue la “burla” del embajador europeo, de sus intérpretes y, sobre todo, de los ministros.

Aunque los ministros se sentían incómodos al ser ridiculizados, se esperaba que “pusieran cara de valiente”, mientras el sultán y sus colegas se reían a carcajadas. También se realizó ante el sultán un espectáculo similar llamado ‘fraja’ (‘el gran entretenimiento’). En Fez, también se presentó ante el sultán un espectáculo similar llamado “fraja” durante Ashura. Abdellah Hammoudi cita el relato de Edmond Doutté sobre este espectáculo en 1907, no sólo en la corte del sultán sino también en la del pícaro Bou Hmara, opuesto a la dinastía reinante.

La integración de Boujloud en las festividades reales subraya sus profundas raíces en la cultura marroquí, apreciadas por el propio sultán.

Fusión y evolución

Más allá de los círculos de la corte real, los antropólogos ven a Boujloud como un ejemplo de cómo los marroquíes fusionan tradiciones antiguas con festividades musulmanas. Hammoudi explica que la elección del momento, entre el sacrificio y el Año Nuevo, marca una importante transición temporal. Observa que muchos observadores interpretan estas fiestas como “antiguas ceremonias paganas de renovación de la naturaleza” integradas en el calendario musulmán.

Aunque los símbolos y elementos pueden sugerir una conexión con tradiciones pasadas, Hammoudi dice que esta combinación de prácticas religiosas y culturales prevalece en diversas culturas. Sin embargo, critica el enfoque de la escuela francesa del norte de África, que insiste en “supervivencias”, lo que implica una clara distinción entre festivales paganos y musulmanes.

Este enfoque, aun reconociendo vínculos históricos, tiende a minimizar el simbolismo de las fiestas musulmanas comparándolas con orígenes supuestamente paganos. Hammoudi afirma que ignora no sólo el significado individual de cada festival, sino también el significado más profundo que emerge de su coexistencia dentro de los rituales.

Interpretaciones simbólicas

Otros etnógrafos ofrecen varias interpretaciones de Bilmawen. Hammoudi menciona la hipótesis de Laoust, comparando a Boujloud con el dios romano Lupercus, protector de los agricultores y cultivos contra los animales salvajes. Laoust sugiere que Bilmawen desempeña el papel de chivo expiatorio, absorbiendo espíritus malignos mediante el ritual de tocar a los participantes. Otra interpretación ve a Boujloud como la encarnación de un dios anciano, sacrificado y resucitado hasta convertirse en un animal vigoroso.

Hammoudi conecta este simbolismo con el sacrificio durante Eid al-Adha, sugiriendo que la festividad islámica puede haber adoptado una antigua fiesta bereber que también comenzaba con un sacrificio. Propone la idea de que la nueva fiesta podría considerarse una continuación de la anterior, posiblemente disfrazada de tradiciones cristianas y luego islámicas.

Además de sus interpretaciones simbólicas, Boujloud también sirve como plataforma para desafiar las normas sociales. Las mascaradas invierten temporalmente las reglas de la vida diaria. Hammoudi sugiere que representan un “fundamento secundario para los roles de la civilización”, donde Bilmawen encarna el caos necesario que completa el orden social. Sostiene que estas mascaradas resaltan las jerarquías generacionales, en las que los jóvenes confrontan las tradiciones de los mayores a través de rituales de iniciación y formas de protesta social. Se exploran temas de sexualidad, procreación y dinámicas de poder a través de las actuaciones lúdicas de Boujloud.

A pesar de las críticas, Boujloud sigue siendo una tradición vibrante en Marruecos. Es una celebración compleja que mezcla elementos de historia, religión y comentario social. Los coloridos trajes de Bilmawen, sus animadas actuaciones y su caos lúdico siguen capturando la imaginación de los marroquíes de todas las generaciones. Ya sea visto como una continuación de antiguas tradiciones, una plataforma para criticar a la sociedad o simplemente una celebración alegre, Boujloud perdura como un testimonio del rico patrimonio cultural de Marruecos.

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