Otoño de 1941. Un puñado de escritores franceses en el andén de una estación de París. Cornaqués del oficial alemán Gerhard Heller (1909-1982), responsable de los asuntos literarios del Propagandastaffel (“escuadrón de propaganda”), Marcel Jouhandeau, Jacques Chardonne y Ramón Fernández, entre los escritores más destacados bajo la ocupación, asistieron a los Encuentros Poéticos de Weimar, donde fueron invitados por el D.r Goebbels (aquí su doble ficticio, Wolfgang Göbst) decida “La literatura de la Europa del futuro”. A ellos se unirán en el camino (Heidelberg, Augsburgo, Munich, luego Nuremberg, Bayreuth, Jena y finalmente Weimar) Pierre Drieu La Rochelle y Robert Brasillach.
Lea la historia (en 2001): Artículo reservado para nuestros suscriptores. El viaje de la vergüenza
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Después El otro lado, creado en 2006, entonces Ajmátovaen 2011 en la Ópera de París, estreno mundial de la tercera ópera de Bruno Mantovani, viaje de otoñopresentada en el Théâtre national du Capitole de Toulouse, sigue cuestionando la creación artística en el contexto de una dictadura. Si las dos primeras obras invocan figuras de resistencia (el grabador austriaco Alfred Kubin, la poeta rusa Anna Ajmátova), esta vez el compositor francés denuncia las de colaboración. Es este descenso a los infiernos lo que relata el libretista Dorian Astor, basándose en el libro homónimo del historiador François Dufay, publicado por Plon en 2000. Un auténtico pacto fáustico sin redención: el Mefisto de Goethe sirve evidentemente de hilo conductor a esta parábola del mal que deja al oyente con la impresión de haber asistido, este viernes 22 de noviembre, al nacimiento de una obra maestra.
Un decorado oscuro que muestra a viajeros con sombreros y abrigos, algunos asientos de tren. De los colgadores cuelga una decoración mineral que inunda el espacio: una gran losa cuadrada, de la que destaca un círculo de piedra colocada en el suelo. A su vez mesa de conferencias, plataforma política y lugar de fornicación, desaparecerá, no sin haber sido cubierta con una bandera azul-blanca-marrón, descubriendo en la tierra excavada el horror de un pozo.
Columnas de carbón de locomotoras, humo de crematorios, capas de niebla atravesadas por haces de luz: no se mostrará nada explícito. La refinada puesta en escena de Marie Lambert-Le Bihan saca su fuerza de una sugerencia monstruosa y poética al mismo tiempo. Sólo la relación de fascinación homosexual entre Marcel Jouhandeau y Gerhard Heller dibuja una trayectoria erótica que se desarrolla en una gigantesca página blanca arrugada.
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