En el festival de animación de Annecy, “Memoria de un caracol” ganó el premio al largometraje Cristal, la joya de una selección muy rica

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“Memorias de un caracol”, del director australiano Adam Elliot.

No te acostumbras. El Festival de Cine de Animación de Annecy bien puede presentar cada año el buque insignia de lo que se hace en el género en todo el mundo; cada edición nos parece más notable, más excepcional que la anterior. el 48mi, que se celebró del 9 al 15 de junio, no dejó de seguir la regla, revelando una selección de cortometrajes y largometrajes cuya creatividad, calidad, diversidad de temas abordados y estética implementada han dejado de sorprendernos y deslumbrarnos. Las técnicas informáticas 2D y 3D cada vez más sofisticadas y la llegada de nuevos países a la producción animada (y por tanto de nuevas culturas y nuevas imaginaciones) contribuyen a esta excelencia.

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Durante la rueda de prensa ofrecida en París, antes del inicio de las fiestas, el delegado artístico del festival, Marcel Jean, advirtió: “Cada año recibimos más y más películas de mayor calidad. Seleccionar algo más de veinte películas en competición es cada vez más difícil. Mientras que hace doce años nos costaba recordar diez. »

Como resultado, a diferencia de ediciones anteriores, las predicciones de los asistentes al festival sobre los ganadores variaron sin que realmente fuera posible designar a los favoritos. Podemos imaginar, pues, el dolor de cabeza para el jurado que, sin embargo, logró presentar su palmarés, el sábado 15 de junio, durante la velada de clausura, otorgando el Cristal al Largometraje a Memorias de un caracol del director australiano Adam Elliot, ya coronado con el máximo galardón en Annecy en 2009 por su largometraje María y Max. Que narraba el encuentro de una niña antiestética, de la que los niños se burlaban, y un niño solitario y obeso con síndrome de Asperger. El cineasta permanece con el mismo entusiasmo, irritante, melancólico y oscuro.

La espectacular odisea de un gato

Volviendo al modelado en plastilina y la producción stop motion, esta vez presenta a un hermano y una hermana (apasionados por los caracoles) separados tras la muerte de su madre y cuyo padre es un ex artista, parapléjico y alcohólico desde la muerte de su esposa. Abordando una vez más los temas de la soledad, el rechazo, la desaparición y el duelo, Memorias de un caracol nos enfrenta a personajes con rostros tristes ahuecados por profundas ojeras que vuelven el corazón del revés. Pero cuyo espíritu nos ilumina. Una pequeña joya.

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Había otro, en Annecy, Fluir, El gato que ya no tenía miedo al agua, del director letón Gints Zilbalodis, película en 3D, sin diálogos ni comentarios, que se sitúa a la altura de un gato, amenazado por la crecida de las aguas en una Tierra donde toda presencia humana ha desaparecido. Maravilla de realismo mezclado con poesía y humor, esta película te lleva a una odisea espectacular y conmovedora durante la cual el gato, embarcado en un barco improvisado, tendrá que aprender a convivir con un lémur cleptómano, un labrador bonachón y un temperamental garza. En esta Arca de Noé veremos emerger de las profundidades una ballena prehistórica, bosques gigantes y ciudades semihundidas. La película, cuyo estreno en cines está previsto para el 30 de octubre, nos ha conquistado. Como muchos otros desde que ganó el Premio del Jurado, el Premio del Público y el Premio de la Fundación Gan.

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