“Paradis Paris”: bienvenidos a un infierno de sentimentalismo, de Marjane Satrapi

“Paradis Paris”: bienvenidos a un infierno de sentimentalismo, de Marjane Satrapi
“Paradis Paris”: bienvenidos a un infierno de sentimentalismo, de Marjane Satrapi
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La directora franco-iraní marca su regreso al cine con una película coral que se imagina como una carta de amor dirigida a la capital francesa. A su llegada, “Paradis Paris” se encuentra lejos, muy lejos del resultado esperado.

A la casi inevitable desigualdad de las historias que se cruzan en una película coral, el cine responde la mayor parte de las veces con un reparto generoso. Impecable aquí: historias trepidantes, encarnadas por Monica Bellucci o Rossy de Palma y unidas por un único hilo conductor llevado por André Dussollier, Roschdy Zem o incluso Alex Lutz (como propietario de un café de barrio, el menos desagradable de todos). Pero donde definitivamente falla Marjane Satrapi en su empeño es en la ingenuidad de sus palabras, que consisten, a grandes rasgos, en decir que la vida tiene algunos argumentos que arrojar a las fauces de la muerte. La tesis se trabaja a partir de cinco personajes que entrarán en contacto muy cercano con ella, o más bien cinco malas ideas para cortometrajes reunidas mediante el montaje alterno más básico. A partir de entonces, es imposible encariñarse con una Monica Bellucci que cree leer obituarios elogiosos sobre ella en la prensa nacional o con una adolescente suicida secuestrada que lleva al límite a su captor contándole toda la historia de su vida.

Si hasta ahora la carrera de Marjane Satrapi ha tenido altibajos (con Persépolis Y Las voces (para flashes), se acerca cada vez más a un encefalograma plano, en línea con su película biográfica sobre Marie Curie, Radioactivo. El humor siempre se queda corto en Paraíso París, culpa de una brecha demasiado grande entre el horror que experimentan los personajes (¿deberíamos todavía reírnos por cinismo?) y el sentimentalismo sobreabundante que emerge de la resolución de sus respectivos arcos, así como de la conclusión general, llena de buenos sentimientos. . París, ciudad del amor, París como paraíso fantaseado donde la vida siempre prevalece sobre la muerte… Es una visión de la capital sacada de otro tiempo, completamente anacrónica y anticuada, contraria a las verdaderas problemáticas de la ciudad, apenas capaz de Convencer a turistas olímpicos perdidos y confundidos durante una temporada, que pronto se enfrentarán al síndrome de París.

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