“El Mar Interior. En busca de un paisaje borrado”, de Lucie Taïeb, Flammarion, “Terra incognita”, 170 p., 21 €, digital 15 €.
Sin duda conviene tomar literalmente el nombre de la colección que Lucie Taïeb inaugura en Flammarion: “Terra incognita”. De hecho, es una “tierra desconocida” la que este libro, con su hermoso y ligeramente misterioso título, nos invita a descubrir. El mar interior. No hay ninguna paradoja si sugiere más bien promesas marítimas, porque es precisamente en el corazón de un nuevo territorio, tal vez metafórico, donde nos lleva. “en busca de un paisaje borrado”su subtítulo. ¿Qué paisaje es este? Para comprenderlo hay que aceptar entrar en el caleidoscopio narrativo que construye la escritora, a la vez ensayista y poeta, investigadora y soñadora, exploradora de una prosa cuyo género inventa a través de fragmentos, estallidos de voz, trozos de relatos: una escritura. que también avanza en territorio desconocido, a caballo entre el documental y la ficción, la investigación social y la ensoñación autobiográfica.
Digamos entonces que estamos, esencialmente, en Alemania, donde Lucie Taïeb, académica y germanista, autora de un célebre ensayo sobre un vertedero de Nueva York transformado en un parque verde (FreshkillsLa Contre Allée, 2020), se interesa por el destino de los pueblos que desaparecieron durante la época de la República Democrática Alemana, porque la prioridad era el carbón y hubo que cavar una mina en su lugar…
El libro se abre así con la imagen de una pareja desorientada, los Dominios, que se niegan a abandonar su casa, la última en su lugar en un entorno perturbado, vaciado de su identidad. La violencia de la excavación forzada: aquí se lanza el motivo de la pérdida, la clave musical de un texto confuso y magnífico, que parece buscar primero su objeto, contando esta misma búsqueda como la búsqueda de un secreto. Estamos en Horno, Lacoma o Cottbus, en la región de Lusacia y el Estado federado de Brandeburgo, en lo que era Alemania del Este. Se arrasaron casas para explotar minas de lignito a cielo abierto, antes de intentar crear lagos para llenar los huecos y restaurar el paisaje, reconstruyendo algo de lo destruido. Pero es como si el daño ya estuviera hecho, de una vez por todas, y no hubiera suficiente agua para inventar un “mar interior”: una herida irremediable parece impedir creer en el artificio de un posible nuevo mundo.
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