Christian Delpey ha vivido mil vidas: marinero a los 16 años, dueño de un bar, actor… Este Périgord con un destino agitado nos lleva en un viaje del Périgord a Dakar… Su historia está escrita entre desafíos, pasión y amor por la libertad.
Nacido en Périgueux en 1954, Christian es un hombre que siempre se ha dejado guiar por su curiosidad y su amor por la aventura. Con sólo 16 años, con un certificado en la mano, dejó su barrio de Gour de l’Arche en Périgueux y se unió a la marina, elección que lo llevó a viajar por océanos y descubrir lugares y culturas lejanas. Entre sus paradas destacadas estuvo Dakar, donde residió durante mucho tiempo. Esta apertura al mundo moldea su personalidad, y el joven madura a lo largo de sus misiones, pasando incluso por intensos periodos históricos, como la reapertura del Canal de Suez o la independencia de Yibuti.
De Toulon a Brest, pasando por las costas africanas, Christian cultiva un espíritu libre y explorador. Estos años en el mar le dejaron recuerdos memorables y reforzaron su deseo de multiplicar experiencias que lo guiarían a lo largo de su vida.
De Périgueux al cine americano: un hombre de muchas vidas
Después de sus años de servicio, Christian regresó a Périgueux, tenía 20 años y sus ganas de viajar intactas. La muerte de su padre cambiará el curso de su vida… Kiki Delpey no se marcha más y decide mantener a su familia… Primero se lanza a la fontanería y la climatización con el apoyo de la Armada, que reclasifica a sus marineros. Se mudó a Nantes con su esposa, restauró una antigua casa señorial cerca de la casa de Louis de Funès, se divorció, se volvió a casar, se divorció de nuevo y regresó a Périgueux para reunirse con su hermano Francis (hoy jefe de Sixième Sens y de la Hermandad del Paté de Périgueux). Kiki se convertirá rápidamente en una figura imprescindible… Propietario de varios establecimientos, bares, discotecas, acaba, cuando se convierte en padre de una niña, por tomar la cabeza del Universo en Ribérac, para establecerse un poco… Establecimiento emblemático que dirigió durante 18 años. Este lugar se convierte rápidamente en un espacio para compartir, donde recibe a clientes y amigos, combinando convivencia y pasión por la vida local, en particular por el famoso mercado de los viernes. Gran aficionado al rugby, Christian incluso lo convierte en tema de animadas conversaciones con sus clientes habituales.
Quizás sea esta personalidad entrañable y carismática la que atrae la atención de los cineastas, en particular del director estadounidense Wes Anderson, que le ofrece un papel de matón en ” El despacho francés “. Descubierto por un comentarista por su “boca”, como él mismo dice… Aunque esta incursión en el cine fue inesperada, encaja perfectamente en la carrera de Christian, siempre dispuesto a afrontar nuevos retos con la audacia y el gusto por la aventura que marcó toda su vida.