Frente a las máquinas herramienta y al polvo, destaca Robyn Qiu, una influencer de 29 años con un traje de moda: como ella, muchos chinos ultraconectados se filman en TikTok o Instagram para encontrar nuevas oportunidades en la fábrica familiar.
En medio de las líneas de producción de piezas metálicas, la joven habla alegremente en inglés con sus suscriptores extranjeros y con sus clientes potenciales.
Ella es una de los hijos de los jefes de las fábricas en China que intentan, a través de Internet, apoyar a la empresa frente al aumento de los costos y las tensiones geopolíticas.
Robyn dice que creció con “el sonido de las máquinas funcionando día y noche”. Pero trabajar en este sector no siempre fue su primera opción.
Cuando era niño, sus padres le animaron a aspirar a un trabajo de oficina, lejos del ruido de la fábrica situada en Nantong (este de China).
“Cuando montaron la fábrica, su objetivo (…) era que yo pudiera tener una buena educación” y no tener que vivir más en el campo, subraya.
El plan funcionó: graduada de la prestigiosa Universidad estadounidense de Yale, trabajó durante algunos años en una empresa de consultoría.
Pero Robyn ahora dice que quiere “devolverle al sector manufacturero” lo que éste le “dio”.
Creó una empresa de marketing que conecta directamente las fábricas chinas con el público extranjero, a través de vídeos en Instagram y TikTok, plataformas bloqueadas en China pero accesibles con una red privada virtual (VPN) que muchos chinos utilizan.
Una forma de promocionar sus productos que contrasta con la de la generación de sus padres, que tuvo que pasar por múltiples intermediarios, que comían sus márgenes.
En sus vídeos, Robyn presenta a China como un destino manufacturero ideal. La vemos delante de las cadenas de montaje, explicando la situación del país en este ámbito, pero también en las calles de Shanghai, alabando la cocina local.
Sus padres fundaron la empresa en la década de 1990, aprovechando la ola de espíritu empresarial que arrasaba China con las importantes reformas económicas lanzadas una década antes.
China se convirtió entonces en la fábrica del mundo.
Pero el aumento de los salarios y las tensiones con Estados Unidos han hecho que otros países como Camboya y Bangladesh sean cada vez más atractivos para los clientes internacionales.
Por no hablar de la debilidad del consumo en los últimos años.
Resultado: la familia Qiu perdió contratos.
Pero se ha adaptado, invirtiendo en maquinaria más moderna o fabricando sus propios productos, en lugar de limitarse a producir piezas para los clientes.
Al igual que Robyn Qiu, otra influencer, Rose Law, hija del propietario de una fábrica de cosméticos en la provincia de Guangdong (sur), espera con su actividad tener una “influencia positiva en el sector”.
Responsable del desarrollo de productos de la empresa familiar, también lanzó su propia marca de champús.
“En la época de mis padres”, con la apertura económica, “todos los sectores eran nuevos, todos estaban en la misma línea de salida y competían entre sí”, dijo a la AFP.
Muchos eran simples subcontratistas y tuvieron que luchar. Pero hoy en día, tener una marca propia significa ingresos más estables, subraya.
Por tanto, “ser vista” en las redes sociales es “muy importante”, precisa.
Según Robyn Qiu, más de 500 compradores se han puesto en contacto con ella desde mayo y tiene 150.000 seguidores en Instagram.
Estas mujeres son lo que en China llamamos “changerdai” (“hijas de jefes de fábrica”), expresión que recuerda a otra muy popular: “fuerdai” (“hijas de los ricos”).
Gran parte del contenido producido por esta generación joven se ha vuelto viral.
En Instagram, la empresa LC Sign, de Cantón (sur), que produce carteles luminosos, ha conseguido medio millón de suscriptores con vídeos en los que un joven crea imitaciones de Donald Trump.
En las redes sociales chinas, un cortometraje titulado “El imperio de las toallas”, producido por un “changerdai” de una fábrica de toallas, acumula miles de millones de visitas.
Hoy en día, “si quieres atraer la atención de la gente, tienes que invertir en estos vídeos cortos”, resume Robyn Qiu.