Escalofríos
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Fanáticos del género e investigadores explican cómo los largometrajes sangrientos permiten alejar los miedos frente a ansiedades cotidianas mucho menos controlables.
Aunque no es unánime, el género de terror tiene sus fieles y atrae a los curiosos. La prueba con el éxito de Terrifier 3, la continuación de lo que Libé calificado como “cuento de hadas gerboulatorio” de Damien Leone, que ya cuenta con más de 430.000 espectadores tras tres semanas de estreno, a pesar de una prohibición para menores de 18 años que podría haber acabado con la película. Cuando algunas personas se preguntan por qué pasar por 125 minutos de baño de sangre en el que Art, el payaso ultraviolento con los dientes sucios, salpica, otros lo ven como un momento de respiro en un mundo que provoca ansiedad.
“Asocio el horror con mis mayores alegrías: tener nueve años y leer “La piel de gallina” al caer la noche, mientras la tormenta ruge fuera de las ventanas, recuerda Emmanuelle, 35 años. El terror es una forma de canalizar mi ansiedad, lo suficientemente cautivador como para evitar que el cerebro busque todas las preocupaciones que trae la vida”. Juliette, de 34 años, también aficionada desde su juventud, nos confía “desafortunada tendencia a trabajar en mi computadora mientras escucho películas de fondo, las mismas en bucle cada vez que necesito concentrarme”. De los cuales los dos primeros Albergue de Eli Roth, que muestra a turistas estadounidenses ricos que van a Eslovaquia por su propia cuenta y riesgo.
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