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Nador… Cuando los sueños se convierten en meros espejismos en un país que abraza la indiferencia

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Este artículo fue traducido automáticamente de HIBAPRESS, la versión árabe:

Prensa Heba – Muhammad Zariyouh

La región de Nador vive en un estado de frustración crónica, mientras los sueños de desarrollo y los proyectos prometidos se evaporan uno tras otro.

Largos años de espera y promesas que no se implementaron han llevado a los residentes de la región a cuestionar su papel en el desarrollo y la justicia espacial.

Entre sueños anunciados y otros que todavía son sólo percepciones sobre el papel, parece que esta región está atrapada en un ciclo de marginación y exclusión, como si el desarrollo se concediera selectivamente según criterios vagos.

El Complejo Cultural, que debía ser un centro de reactivación del movimiento cultural y artístico en la región, es todavía sólo un sueño atrapado entre las declaraciones de sus responsables y la realidad de la falta de implementación.

Lo mismo ocurre con el Instituto de Música, que hubiera querido ofrecer un espacio para la creatividad y el desarrollo de talentos artísticos, pero no fue más allá de su publicidad.

Aunque la parte oriental incluye varias regiones, la atención parece centrarse sólo en Oujda, lo que lleva a los habitantes de Nador a preguntarse: ¿por qué los proyectos allí no fracasan mientras que aquí fracasan?

El problema no se limita a los proyectos culturales y artísticos, porque el sueño de un gran estadio también se ha convertido en un símbolo de procrastinación. Cada vez que se plantea la cuestión, la culpa se traslada a otra parte, entre el Consejo Colectivo, el Parlamento y los ministerios interesados.

Este círculo vicioso de intercambio de responsabilidades ha hecho que los ciudadanos pierdan la confianza en las promesas futuras.

En cuanto a la educación superior, la situación no es mejor. La Escuela Superior de Tecnología que se creó en la región carecía de las instalaciones básicas, como si el objetivo fuera sólo añadir el proyecto a la lista de logros sin obtener ningún beneficio real del mismo.

Asimismo, aún se desconoce el sueño de crear una escuela de ingeniería, del que se viene hablando desde hace años. El centro universitario al que aspiran los jóvenes aún no ha visto la luz, aunque constituye una condición imprescindible para acoger al creciente número de estudiantes y satisfacer las necesidades del mercado local.

La falta de una sala de cine en la zona es sólo un ejemplo de la falta de las instalaciones de entretenimiento más básicas en Nador. Estas demandas, consideradas parte de los derechos fundamentales de los ciudadanos, se han convertido en objeto de burla para algunos, como si fueran sueños exagerados, cuando en realidad son una necesidad para lograr el equilibrio social y cultural.

Cada vez que surgen dudas sobre el fracaso de estos proyectos, los responsables comienzan a intercambiar acusaciones. Los administradores locales culpan al Parlamento y los parlamentarios, a su vez, responsabilizan al gobierno central.

En cuanto a los ministros, justifican su inacción por la mala gestión de los administradores locales o la falta de recursos inmobiliarios. Al final, los proyectos quedan inactivos y los ciudadanos regresan con nostalgia.

Los jóvenes de Nador viven en un estado de profunda frustración, al ver que sus sueños más simples, desde un estadio deportivo hasta un complejo cultural, se están convirtiendo en un espejismo. Esta frustración empuja a algunos a migrar, mientras que otros permanecen atrapados en un ciclo de incertidumbre.

Lo que se necesita hoy es poner fin a esta confusión. Las autoridades responsables deben ser transparentes y creíbles y proporcionar respuestas claras sobre el destino de estos proyectos. No tiene sentido que los ciudadanos esperen constantemente que se respeten sus derechos fundamentales. El desarrollo no es un lujo, sino un derecho de cada región y de cada ciudadano.

La región de Nador ya no necesita discursos y promesas vacías, sino planes de desarrollo reales y realistas implementados sobre el terreno.

La ausencia de desarrollo no sólo significa marginar el presente, sino que también es una hipoteca para el futuro de las generaciones futuras. Si esta dinámica no cambia, Nador seguirá siendo un claro ejemplo del abandono del desarrollo que aflige a ciertas regiones de Marruecos.

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