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la cosecha de Di María, Caio Henrique gravemente culpable… Los mejores y los peores

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A los diez años, el ASM no pudo mantener el marcador y fue alcanzado por el Benfica (2-3), este miércoles por la tarde en el estadio Louis-II, durante la 5.ª jornada de la Liga de Campeones.

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A Di María le gusta el buen vino.

A sus 36 años, Ángel Di María sigue dándose una segunda juventud. Ya decisivo con un doblete ante su rival Porto en el campeonato hace diez días, el exjugador del Paris Saint-Germain volvió a demostrar todo su talento, para gran consternación del AS Mónaco. Autor de dos asistencias en los dos últimos goles que ofrecieron sucesivamente el empate y luego la victoria de los lisboetas (84.º, 88.º), la mágica zurda del argentino sigue siendo un arma letal. Estuvo cerca de dar tres asistencias, pero finalmente fue señalado en fuera de juego al inicio de la acción tras el gol anulado a su compañero Alexander Bah (55º). Terminó el partido con 5 pases clave, 6 balones largos exitosos de los ocho intentados y acertó en la mitad de sus centros. El rosarino también provocó falta. Nada más tocar el balón, el Benfica supo crear una gran oportunidad. También realizó cinco disparos, incluidos dos tiros a puerta. Con sus dos apariciones nocturnas, Ángel Di María se convirtió oficialmente en el segundo mejor pasador de la historia de la Liga de Campeones detrás de Ryan Giggs. Está por delante de Cristiano Ronaldo y Lionel Messi.

La impresionante pareja Ben Seghir-Akliouche

Si el AS Monaco dominó los debates a pesar de la derrota, es en gran parte gracias a su dúo formado por los dos jóvenes Eliesse Ben Seghir y Maghnes Akliouche. Con 19 y 22 años respectivamente, desbordan su talento y creatividad. El marroquí marcó el primer gol de su equipo, convirtiéndose al mismo tiempo en el cuarto goleador más joven de la historia del AS Monaco en la C1, mientras que el internacional francés de Espoir pensó que duplicaría la ventaja pero finalmente fue sancionado en fuera de juego. Combinando sus servicios, por ellos pasaron cerca de 90 globos. Fueron agudos, impactantes y realistas en cada decisión que tomaron. Provocaron a la defensa lisboeta, empujándola a cometer errores en varias ocasiones. Muy pocos balones perdidos, siempre traían peligro disparando o pasando. Son una dupla complementaria y polivalente que sabe atraer defensas, romper líneas y liberar espacios para Breel Embolo o Aleksandr Golovin. Señores, el futuro es suyo.

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Caio Henrique y Singo tienen la culpa

Comenzando por el lado izquierdo de la defensa, Caio Henrique cometió demasiados errores. El empate del Benfica, que se produjo en un momento en el que los lisboetas tenían la cabeza bajo el agua y los monegascos dominaban el partido, llegó gracias a un gran error del defensa brasileño. Si bien quería pasar tranquilamente el balón a su portero, su cabezazo carecía de potencia y acabó transformándose en una asistencia libre para Vangélis Pavlídis, que dribló a Radoslaw Majecki para rematar a portería vacía (48º). En el gol anulado al Benfica, también llegó muy tarde y no cubrió en absoluto su banda. Terminó el partido con 9 pérdidas de balón y una falta. En términos generales, tuvo una noche difícil contra Di María hasta su salida en el minuto 57. Y aunque Wilfried Singo tuvo una actuación sólida, su expulsión y sus cambios de humor, probablemente debido a su falta de experiencia, también le costaron caro al Mónaco.

La pérdida de control del árbitro

Si bien el partido parecía bastante tranquilo, Rade Obrenovič perdió completamente el control del partido a medida que se acercaba el descanso. Los monegascos se enfurecieron a la hora de reclamar la segunda tarjeta amarilla a Álvaro Carreras, ya amonestado, que cometió una gran falta sobre Wilfried Singo. En total, al descanso ya se habían repartido seis tarjetas amarillas, la mitad de las cuales por protestas. En la segunda parte, el árbitro esloveno sancionó a Singo con una segunda tarjeta amarilla por un duelo aéreo considerado demasiado duro con Vangélis Pavlídis, por una situación casi similar a la que vivió el marfileño en el rol contrario al final del primer tiempo. El partido estuvo marcado por un total de ocho tarjetas amarillas y una expulsión. En varias ocasiones, tanto los lisboetas como los monegascos parecieron molestos, frustrados, enojados y disgustados por las decisiones del organismo arbitral. A veces los hombres de negro dejaban pasar las cosas, a veces avisaban al menor contacto. Por tanto, hubo una falta de coherencia durante toda la reunión.

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