A lo largo de las derrotas y las decisiones incomprensibles de Martin St-Louis, surge una observación: los periodistas que cubren a los Montreal Canadiens parecen cada vez más incapaces de plantear las preguntas difíciles.
Al igual que Justin Trudeau frente a Donald Trump en Mar-a-Lago, prefieren evitar la confrontación, refugiándose en una complacencia que raya en la sumisión.
El paralelo entre estas dos dinámicas es inquietante y revela una profunda inquietud en la relación entre los poderosos y quienes se supone deben exigirles responsabilidades.
Según el periodista Rafael Jacobs, durante una cena privada en Mar-a-Lago, Justin Trudeau le dijo a Donald Trump que la economía canadiense no podría sobrevivir a los aranceles impuestos por Estados Unidos.
Trump, fiel a su estilo provocativo, habría respondido, medio en serio, medio sarcástico:
“Si Canadá no puede sobrevivir sin engañar a Estados Unidos con 100 mil millones de dólares, entonces debería convertirse en el estado número 51. »
Esta anécdota, que revela la dinámica de poder entre los dos hombres, ilustra perfectamente cómo un líder puede doblegarse ante una figura dominante para preservar su comodidad y evitar una confrontación.
Y en el mundo del hockey, esta presentación encuentra un eco escalofriante entre los periodistas que cubren al canadiense.
En el Bell Centre, el equivalente de Mar-a-Lago, Martin St-Louis reina como maestro indiscutible. No importan las actuaciones decepcionantes, las decisiones tácticas cuestionables o el uso absurdo de sus veteranos finitos, los periodistas parecen incapaces de hacer una sola pregunta que pueda ofender al entrenador en jefe.
¿Un ejemplo flagrante? En la derrota ante los Bruins, St. Louis dejó a Suzuki y Caufield en la banca, prefiriendo que veteranos como Josh Anderson y Brendan Gallagher jugaran con un delantero adicional.
Una decisión inexplicable en plena reconstrucción, que dejó atónitos a sus seguidores. Sin embargo, ningún periodista se atrevió a preguntarle al St. Louis por qué los dos jugadores estrella estaban calentando el banquillo en una situación crítica.
Al igual que Trudeau frente a Trump, los periodistas canadienses parecen adoptar una postura de total sumisión.
Aceptan sin pestañear las vagas explicaciones de St. Louis, del mismo modo que Trudeau aceptó las provocaciones de Trump. En ambos casos se trata de una abdicación de responsabilidad:
Justin Trudeau, en lugar de defender la autonomía económica de Canadá, habría admitido una dependencia total de Estados Unidos, exponiendo así una debilidad estratégica.
Los periodistas canadienses, en lugar de hacer preguntas incisivas y confrontar a St-Louis sobre sus decisiones, se contentan con transcribir sus palabras como verdades absolutas.
Rafael Jacobs describe la escena entre Trudeau y Trump como un momento de “sumisión vergonzosa”, y eso es exactamente lo que sienten los partidarios de CH sobre la actual cobertura mediática.
Esta actitud de los periodistas no hace más que reforzar la sensación de que Martin St-Louis goza de un estatus de intocable.
A pesar de un contrato hasta 2027, de decisiones que sabotean la reconstrucción y de un equipo en caída libre, nadie se atreve a cuestionar su liderazgo.
Al igual que Trudeau frente a Trump, los periodistas parecen paralizados por el miedo a las repercusiones y prefieren mantener el status quo.
Esta gente no quiere confrontación. Prefieren proteger su acceso y privilegios que hacer su trabajo.
El paralelo es claro: así como Trudeau debería haberse enfrentado a Trump para defender los intereses de Canadá, los periodistas canadienses deben dejar de inclinarse ante St-Louis y la organización.
Su función es hacer preguntas difíciles, exigir responsabilidad y reflejar las preocupaciones de sus seguidores. Al negarse a hacerlo, se convierten en cómplices del declive del equipo.
Si Justin Trudeau aceptó la humillación para evitar una crisis económica, ¿cuál es la excusa de los periodistas canadienses?
¿Están demasiado cerca de la organización para ver las cosas objetivamente o simplemente tienen miedo de perder sus privilegios de acceso?
Los fanáticos canadienses, al igual que los ciudadanos canadienses, merecen algo mejor que las figuras públicas o de los medios que ceden ante la presión.
Si Trudeau y los periodistas canadienses continúan por este camino, corren el riesgo de perder la confianza de los quebequenses.
Es hora de que los periodistas de CH recuerden su misión: informar, analizar y hacer las preguntas difíciles.
De lo contrario, se convertirán, a su manera, en los “periodistas 51”, enteramente subordinados al poder que se supone deben controlar.
Triste.