Hay ocasiones en las que el capitán de un equipo debe demostrar autoridad y Nick Suzuki no entendía la esencia de esta responsabilidad.
Al afirmar, en tono indiferente ante los periodistas, que tenía una “gran voz” en el vestuario, Suzuki creó un momento de inquietud sin precedentes.
“Tengo una gran voz en el vestuario, pero no siento que esté jugando tan bien como suelo hacerlo. »
Los periodistas, desconcertados, evitaron mirarlo a los ojos, visiblemente poco convencidos de su declaración.
Sinceramente, cuando un capitán tiene que señalar que tiene autoridad, quizás esa autoridad ya esté en duda.
No es ningún secreto: Suzuki atraviesa un letargo personal y, bajo su supuesta “gran voz”, el canadiense sigue hundiéndose en la clasificación.
El equipo ahora está en su cuarta racha de cinco derrotas consecutivas desde que usó la “C”. Sin embargo, con cada secuencia difícil, Suzuki parece adoptar el papel de espectador más que de líder.
En este contexto, su intento de tranquilizar con palabras suena falso:
“Intento decir y hacer las cosas correctas”explicó. Pero ¿dónde están las acciones que respalden estas palabras?
Mientras tanto, Brendan Gallagher, que da ejemplo en cada partido con su intensidad y determinación, quizás tendría más legitimidad para inspirar a sus compañeros.
Gallagher no necesita que le recuerden que “tiene una gran voz”: la hace oír a través de sus acciones.
Pero para Suzuki, la inquietud persiste. Y cuando nos enteramos de que Shea Weber, una respetada ex capitana, hizo una visita sorpresa, imaginamos que los consejos de Weber sobre liderazgo ciertamente deben haber irritado a nuestro capitán reinante.
Quizás incluso, sin decirlo abiertamente, Weber se preguntó cómo su legado como capitán pudo haber caído en manos de un jugador que, según todos los indicios, lucha por imponer cualquier autoridad.
Para un equipo en caída libre, tener un capitán que inspire, que muestre el camino con su juego y su actitud, es fundamental.
Llegados a este punto, el papel de Suzuki parece convertirse más bien en el de extra en una obra que exige un chico que vaya a asumir el papel protagonista.
Nick Suzuki, visiblemente incómodo, intentó hacer de capitán ante los medios, pero tuvo el efecto contrario.
El ambiente se volvió pesado y los periodistas presentes intercambiaron miradas avergonzadas, algunos incluso bajaron los ojos, como para no delatar su malestar.
El tono indiferente de Suzuki sólo amplificó la impresión de un capitán que no parece estar a la altura de sus propias palabras.
Decir que tiene “una gran voz” no fue suficiente para convencer a los periodistas, acostumbrados a escuchar a los líderes imponerse con sus acciones mucho más que con sus declaraciones.
Los periodistas, acostumbrados a las ruedas de prensa de ex capitanes como Shea Weber, tenían visiblemente dificultades para creer en la autoridad del joven capitán.
Mientras intentaba defender su papel, una leve sonrisa nerviosa apareció en su rostro, delatando una falta de confianza que reforzó el malestar general.
En ese momento, varios periodistas intercambiaron discretamente miradas y algunos apenas pudieron evitar poner los ojos en blanco.
No es capitán, es extra.
Los periodistas, visiblemente molestos, parecían querer algo más de Suzuki: un discurso más inspirador, un llamado a la resiliencia, algo que demostrara que está dispuesto a defender a su equipo incluso en los tiempos más oscuros.
Pero, en cambio, se les ofreció una afirmación de autoridad que sonó falsa y un intento de justificación que no convenció a nadie.
Esta escena dice mucho sobre el malestar que rodea a Suzuki y su papel como capitán.
Suzuki pronto podría perder toda credibilidad, no sólo en el vestuario, sino también entre los aficionados de Montreal.