Los días de Martin St-Louis al frente de los Montreal Canadiens parecen contados, al menos si creemos en las alarmantes predicciones de La Presse y 98.5 FM.
Alexandre Pratt y Stéphane fueron directos en su valoración: si el CH pierde los dos próximos partidos, la tormenta será inmensa.
Hay que concluir que St-Louis correría un peligro real de perder su puesto.
Esta previsión, lejos de ser aislada, se ve reforzada por las palabras de Stéphane Waite, ex entrenador de porteros de los Canadiens, que no dudó en subrayar la seguridad financiera del St-Louis y sus vínculos protectores en la dirección.
Según Waite, Martin St-Louis no tiene nada de qué preocuparse:
“Martin St-Louis, si no funciona, volverá a casa, está lleno de dinero y eso no le impedirá dormir. Otra cosa: sus amigos de arriba lo protegen muy bien. »
Estas palabras reflejan un sentimiento creciente en la comunidad de seguidores y expertos: la frustración de ver a un equipo estancarse, protegido por una dirección que, a pesar de los reveses, parece dudar a la hora de tomar decisiones decisivas.
La complicidad entre St-Louis, Kent Hughes y Jeff Gorton, descritos como un círculo de amigos leales, empezó a irritar a quienes exigían resultados y un sistema de juego más eficiente.
Para Alexandre Pratt, la situación es clara:
“Amigos, aguanten, habrá un huracán de fuerza 5 en Montreal si pierden los próximos dos juegos. De verdad, va a volar de nuevo. »
Una metáfora que describe bien la magnitud de la crisis que se avecina en Montreal. Si el CH registra dos derrotas más, la posición del St-Louis podría estar en juego y las consecuencias serían explosivas.
Esta presión adicional que pesa sobre los hombros de St-Louis no hace más que aumentar el clima de tensión ya palpable dentro de la organización.
Para muchos, St. Louis encarna la esperanza de renovación con su enfoque relajado, sus discursos inspiradores y su visión supuestamente moderna.
Pero la paciencia tiene límites y el equipo, a pesar de las promesas de desarrollo, continúa tropezando, mostrando flagrantes debilidades defensivas y luchando por seguir un sistema de juego que parece desestabilizar a los jugadores más que unificarlos.
Waite, con su habitual franqueza, añade un toque de cinismo a la situación. Según él, St-Louis no está en absoluto preocupado por la amenaza de despido.
Con una holgada fortuna personal (más de 60 millones de dólares sin contar su salario anual de 5 millones de dólares hasta 2027), el técnico del CH no se sentiría preocupado por las críticas ni por las derrotas que acumula.
Protegido por Hughes y Gorton, sus aliados más cercanos, St. Louis podría contentarse con regresar a su vida sin pestañear si las cosas van mal.
Este retrato de un entrenador alejado de las presiones financieras o del miedo al fracaso da escalofríos.
Para los aficionados, la situación toma otro cariz: ¿cómo podrían esperar un cambio de rumbo si perciben una total falta de compromiso por parte de su entrenador?
Esta imagen de un St. Louis indiferente, cómodamente instalado en su posición, refuerza la idea de que la organización protege a sus amigos más que los intereses de sus seguidores.
Finalmente, la mención que hace Waite de Matvei Michkov, un jugador del intransigente John Tortorella, añade una mordaz comparación.
Waite señala que Michkov, uno de los mayores prospectos de la NHL, algún día podría agradecer a Tortorella por su severidad y exigencia:
“Dentro de unos años Michkov le agradecerá a Tortorella y dirá: me hizo un jugador que juega bien. »
Este paralelo nos recuerda la importancia de un liderazgo fuerte e intransigente.
A diferencia del St-Louis, que parece más tolerante, incluso complaciente con su grupo, Tortorella es un entrenador que impone altos estándares sin ningún rodeo.
Este es el tipo de entrenamiento que Montreal puede necesitar para que sus jugadores vuelvan a encarrilarse.
En un mercado tan apasionante y exigente como el de Montreal, los aficionados no pueden permanecer indiferentes ante lo que perciben como una falta de progreso.
Se extienden rumores de despidos y la posibilidad de una reestructuración en la cúpula del equipo empieza a parecer inevitable.
Para muchos, la paciencia con el proyecto de St. Louis se está agotando. Los aficionados quieren resultados, y si el CH sigue perdiendo, será cada vez más difícil para Kent Hughes y Jeff Gorton defender a su amigo sin correr el riesgo de romper con los aficionados.
En definitiva, los próximos días serán decisivos. Martin St-Louis tendrá que demostrar que es el hombre adecuado para el puesto; de lo contrario, podría unirse a la larga lista de entrenadores que no sobrevivieron a la tormenta mediática de Montreal.
Los aficionados contienen la respiración, esperando a ver si su equipo, bajo presión, consigue reaccionar antes de que llegue el huracán.
Mientras tanto, St. Louis puede relajarse, según Waite. Después de todo, es muy rico.
Anoche, durante su rueda de prensa, Martin St-Louis parecía agotado. Sus rasgos estaban marcados, sus hombros ligeramente bajados, revelando el cansancio acumulado desde su llegada al rol más exigente del hockey quebequense.
A pesar de esta apariencia de agotamiento, quiso tranquilizar a los periodistas presentes afirmando que no había perdido la moral.
Pero para quienes lo conocen bien, especialmente su esposa e hijos, este visible cansancio no pasa desapercibido.
Han visto, durante los últimos dos años, el impacto que esta posición ha tenido en él, un peso que no ha hecho más que aumentar con el tiempo.
De hecho, Martin St-Louis podría jubilarse fácilmente y disfrutar de una jubilación tranquila, rodeado de su familia. Para él, el aspecto financiero nunca ha sido un motor.
Fue la pasión por el hockey, el deseo de transmitir sus conocimientos y el llamado al desafío lo que lo llevó a aceptar este puesto con los Canadiens.
Sin embargo, hoy, a medida que aumentan las críticas y los resultados son lentos, algunos se preguntan si no sería liberador para él abandonar este papel.
Al abandonar Montreal, St-Louis recuperaría la libertad y el equilibrio que tuvo que sacrificar por esta exigente profesión. Este rol como entrenador le obligó a pasar horas alejado de su familia, gestionando los vaivenes de la temporada bajo la mirada atenta y crítica de toda una ciudad.
Un despido podría ofrecerle un “regalo disfrazado”: un regreso a una vida donde las obligaciones son menos opresivas, donde podría disfrutar de momentos sencillos con su familia sin el peso de las expectativas de Montreal.
Pasión, una fuerza y una maldición
Sin embargo, la misma pasión que lo impulsó a invertir en este puesto es también la que hace que dejarlo sea tan difícil. Martin St-Louis sólo sabe hockey.
Ascendió de rango desde un jugador subestimado hasta una estrella de la NHL, y puso toda su energía en enseñar su famoso sistema híbrido que sus jugadores no entienden.
Durante su conferencia volvió a defender fervientemente su visión del hockey y su filosofía de la paciencia con los jóvenes.
Sabe que los sacrificios son numerosos. Los viajes, los largos días, la distancia emocional que lo separa de su familia, todo esto deja su huella.
Pero a pesar de los signos de cansancio, a pesar de los signos de envejecimiento prematuro que han notado sus seres queridos, él persiste. Porque para él nada es más precioso que vivir su pasión.
Si la decisión de Kent Hughes y Jeff Gorton es poner fin a su mandato, no sólo será el fin de un sueño, sino quizás el fin de una era de intenso estrés.
Al regresar a una vida menos expuesta, podría proteger su bienestar, preservar la armonía de su familia y, en última instancia, disfrutar de una merecida jubilación.
Al final, si el hockey corre por sus venas, también podría redescubrir la felicidad de una vida donde la pasión es una elección y no una obligación.
Y tal vez algún día, Montreal lo recuerde no solo como el entrenador insignificante que fracasó en su intento de guiar al equipo durante un período de reconstrucción, sino también como un hombre que, durante un tiempo, sacrificó todo por la llama canadiense.
Para bien y para mal.
Especialmente lo peor…