¿Brasil sigue siendo el país del fútbol? | TV5MONDE

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Con su juego extravagante, sus cracks legendarios y sus cinco títulos mundiales, Brasil ha sido descrito durante mucho tiempo como el “país del fútbol”. Pero este estatus parece cada vez más amenazado.

Pelé, Garrincha, Ronaldinho… Estos nombres eran el sueño de todo amante del fútbol. Hoy, la Seleçao es sólo una sombra de sí misma.

No ha ganado un Mundial desde 2002 y toda una generación de jugadores ha llegado desde el último Balón de Oro brasileño, ganado por Kaká en 2007.

“Estamos atravesando un período de holgura. Antes había más jugadores de alto nivel”, dijo recientemente a la AFP Edinho, hijo mayor del “Rey” Pelé.

Incluso el presidente Luiz Inácio Lula da Silva reconoce que el fútbol brasileño “ya no es el mejor del mundo”.

¿Cómo llegamos aquí?

Victoria sintética

Un primer elemento de la respuesta se puede encontrar en las calles, cada vez más desiertas por los futbolistas en ciernes.

Sin embargo, fue en callejones o terrenos baldíos donde cracks como Rivellino, Zico o Romario patearon sus primeros balones.

“Ya no vemos niños jugando en la calle, ya no oímos ventanas rotas” después de tiros mal medidos, lamenta Lauro Nascimento, jugador aficionado de 52 años del club Aurora, del norte de Sao Paulo.

Cuando era niño, se rompió varios dedos mientras jugaba descalzo en los caminos de tierra sembrados de grandes piedras en el barrio de Vila Aurora. Dieron paso a calles asfaltadas.

En el terreno baldío se construyeron edificios donde Lauro Nascimento también practicaba juegos salvajes.

A los niños que viven en barrios pobres, de donde provienen la mayoría de las estrellas del fútbol brasileño, les resulta cada vez más difícil encontrar lugares para jugar.

Según un estudio independiente de 2021, sólo una quinta parte de las escuelas de fútbol de Brasil son gratuitas.

Se juega con mayor frecuencia en césped artificial, donde es más fácil controlar el balón que en las superficies irregulares de terrenos baldíos donde muchos jugadores crack han adquirido su dominio técnico único.

“La pasión por el fútbol todavía existe, pero hoy es más difícil practicarlo”, resume Edson Nascimento, 57 años, presidente del club Aurora.

Transferencias menos rentables

El hecho de que los niños jueguen menos al fútbol en Brasil “tiene un fuerte impacto en nuestro fútbol”, estima el investigador Euler Victor.

“Tenemos muchos jugadores jugando en Europa, pero pocos de ellos desempeñan papeles destacados”, explica.

La última gran estrella brasileña, Neymar, brilló durante unos años, pero su carrera estuvo lastrada por lesiones y polémicas.

Actualmente, las esperanzas están puestas en Vinicius, de 23 años, un delantero prometedor del Real Madrid, y en la joya Endrick, de sólo 17 años, que pronto se unirá a él en el club español.

Brasil sigue siendo el principal exportador mundial de futbolistas, pero los ingresos por ventas han caído drásticamente.

El año pasado, 2.375 jugadores brasileños fueron traspasados ​​por un monto de 935,3 millones de dólares, un 19% menos que las 1.753 transacciones registradas en 2018, según datos de la FIFA.

Esto se debe sobre todo a que las brasileñas como Endrick, Vinicius o Rodrygo se venden cada vez más jóvenes en Europa, antes de que su valor de mercado explote cuando confirman su potencial jugando al más alto nivel.

“Mecánico”

Los brasileños también están luchando por destacarse en un fútbol mundial cada vez más homogéneo, donde la táctica a menudo tiene prioridad sobre la calidad técnica individual.

“El nivel técnico ha bajado mucho (…). El estilo de juego ha cambiado y esta evolución ha acabado privando a nuestros jugadores de su creatividad”, lamenta Victor Hugo da Silva. Entrena a niños de entre 7 y 10 años sobre césped artificial en la escuela de fútbol que entrenó a Vinicius, en Sao Gonçalo, un suburbio pobre cerca de Río de Janeiro.

“Nuestro fútbol, ​​que rezumaba alegría de vivir, se ha vuelto más mecánico”, insiste.

Uno de sus alumnos, Miguel, un portero de nueve años, con el pelo rubio decolorado como Neymar, sueña con “unirse al centro de entrenamiento del Flamengo”, el club más popular de Brasil.

Victor Hugo da Silva no cuestiona la pasión de las nuevas generaciones. Pero advierte de nuevas “dificultades” para entrenarlos, debido a problemas físicos que atribuye, entre otras cosas, al sedentarismo de los niños “adictos” a los videojuegos.

Brasil tiene más teléfonos móviles que personas y el 34% de la población de entre cinco y 19 años tiene sobrepeso, según el Atlas Mundial de la Obesidad.

“Antes cogíamos niños que ya habían jugado en la calle, ahora llegan sin experiencia, sin coordinación motriz, y eso se refleja en su juego”, explica el entrenador.

Supremacía regional

Pero Leila Pereira, presidenta del Palmeiras, bicampeón nacional vigente, asegura que Brasil “nunca” perderá su título de “país del fútbol”.

Fue este club de Sao Paulo el que entrenó a Endrick, vendido por más de 60 millones de euros al Real, según la prensa local.

“Si realmente hubiera una caída en la calidad, no pagaríamos estas cantidades astronómicas”, afirma Leila Pereira, una de las pocas mujeres al frente de un club en el mundo.

Los clubes brasileños muestran una supremacía impresionante en las competiciones sudamericanas, arrasando con los últimos cinco trofeos de la , incluidos dos ganados por Palmeiras.

Los mejores equipos de Brasil cuentan con medios económicos que les permiten atraer talento de los países vecinos ofreciéndoles salarios más altos.

Pero algunos seguidores creen que los clubes tienden a aislarse de las clases trabajadoras en nombre del negocio del fútbol.

“Al pagar sueldos altísimos a los jugadores, los clubes tienen que vender las entradas más caras, y eso impide que aficionados como yo vayan al estadio”, lamenta David Santos. Vive en una favela de Río y no puede permitirse el lujo de asistir a los partidos del Flamengo en el Maracaná, el templo del fútbol brasileño.

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