“Yo nado a braza, pero bajo el agua, ¿eh?”

“Yo nado a braza, pero bajo el agua, ¿eh?”
“Yo
      nado
      a
      braza,
      pero
      bajo
      el
      agua,
      ¿eh?”
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QCuando se habla del “efecto Léon Marchand”, la expresión se refiere generalmente al aumento de inscripciones que se ha observado desde los Juegos Olímpicos en los clubes de natación de Francia. Pero hay otro efecto Léon Marchand, el que afecta a los nadadores del domingo o, mejor dicho, a los que nadan a la hora del almuerzo. Los aficionados que, desde los Juegos Olímpicos, nadan un poco más rápido, se esfuerzan un poco más, imaginando que cada vez que sacan la cabeza por encima del agua, las cámaras del mundo entero se centran en ellos. Esto permite, cabe señalar, nadar a braza sin vergüenza, porque nuestro campeón ha hecho que este estilo pase de moda.

En la época de los pasillos reservados para los rastreadores, a menudo se acompañaba de la mención “Prohibida la braza” Como si los seguidores de este estilo fueran bañistas con flotadores de unicornio, Léon Marchand recordó a todos los nadadores durante la pausa del almuerzo que eran verdaderos atletas (además, para ser fotografiados en primer plano con la boca abierta, el crol es menos efectivo).

Desde agosto, en los pasillos de las piscinas municipales, todo el mundo respira con más fuerza, intenta ser un poco más eficaz y cree tener nuevas cualidades mentales, en lugar de imaginarse a horcajadas sobre un flotador azul durante una clase de aquagym. La natación se ha convertido en el paradigma de la disciplina individual.

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El efecto Léon Marchand se nota también en las familias que pueden invocar al campeón modelo para acostar a los niños que se resisten a volver a la cama: “Escuchaste, él dijo que la noche antes de su medalla de oro, se fue a dormir a las 8:30 pm” Para identificarse con Thomas Pesquet, había que hablar cinco idiomas y tener acceso a la Estación Espacial Internacional. Para sentirse como Léon Marchand, basta con un bañador y una piscina municipal.

¿Cómo los reconocemos?

Ya han estado en Decathlon tres veces desde principios de verano. Creen que es hora de cambiarse las gafas (en natación no hay mucho más que cambiar). Por fin les parece bonito el azul verdoso del traje de los voluntarios olímpicos y ya no juzgan un bañador hecho a medida. “demasiado deportivo”. Se sumergen en el agua desde que supieron que el secreto de Léon Marchand era ahorrar tiempo bajo el agua. Se preguntan si no habrán superado por error un caudal de 15 metros. Se saben de memoria la tabla de 25 o 50 metros, por haber calculado sus longitudes. Ya no se quitan el gorro de natación al salir del agua. Empiezan a criticar los métodos de natación de sus amigos, tomándose por entrenadores.“Verás, cuando tu brazo entra en el agua…”). Cuando llegan o salen de la piscina municipal, se quedan mirando todos los carteles de vuelta al cole, preguntándose si no deberían finalmente apuntarse a un club.

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