El domingo 15 de diciembre de 2024, Kevin Jovert, Argolien, de 31 años, era esperado en Pentrez por su familia y amigos. Salió de Sudáfrica el 28 de marzo de 2023 y regresó de un viaje de 21 meses en el que cruzó 27 países y recorrió 27.000 kilómetros en bicicleta.
“Cuando era niño me fascinaban los documentales de animales. Con mi exnovia queríamos cruzar Asia en bicicleta. Nos separamos, pero como habíamos comprado el equipo…”. El joven, que hasta entonces no había andado en bicicleta, intentó recorrer Bretaña durante un mes… y zarpó hacia Ciudad del Cabo, tras renunciar a su trabajo como soldador. “Rápidamente me dirigí hacia el desierto de Namibia. Fue duro, tenía sed. Pero la gente que conocí fue generosa”.
“Para encontrar autenticidad en los demás, primero hay que discutir”
Rara vez solo, Kevin siempre intercambia unas diez palabras en el idioma local, en cada región por la que pasa: “Entonces la gente me veía como algo más que un simple mzungu (europeo, persona de piel blanca, en suajili, nota del editor). Siempre comí con ellos. La tierra es tan fértil que siempre es cuestión de compartir. No sé cuántas veces he saludado, pero ahí empieza la hermandad. Para encontrar autenticidad en los demás, primero hay que discutir”.
Mostrar mucho respeto a todo y a todos es quizás la clave para viajar
Por Burundi, Zambia, Ruanda, Zimbabwe, Uganda… Luego un safari en Tanzania para ver animales extraordinarios. “Ayudé durante varios días a un pescador a reparar su barco en Malawi, a dos jóvenes de Zanzíbar a convertir una furgoneta en un food truck, pero también me ayudaron de una manera tan generosa y absoluta que nunca lo olvidaré”.
Ocho bicicletas desgastadas en las carreteras
En Nairobi, Kenia, Kévin conoció a Cécilia, quien se encargó de ayudarlo cuando su moral estaba por los suelos. Le acababan de robar todas sus pertenencias, incluida su bicicleta. Entonces decidió comprar, por 30 euros, una bicicleta muy popular en África: la famosa mamba negra. Durante su viaje utilizó siete. “A partir de ahí, me dejé llevar mucho”, subraya. Con una simple mochila llega a Etiopía y ofrece su bicicleta, antes de tomar el avión hacia Addis Abeba, porque las fronteras de Sudán están cerradas.
Al llegar a El Cairo, baja por el Nilo, “con el viento a favor”, pero “la policía egipcia tiene tanto miedo de que te pase algo que te sigue a todas partes”. ¡Once coches se turnaron a lo largo de 200 km! “.
“Antes de irme era tímido”
Para Kevin, ha llegado el momento de abandonar África, pero tomándose su tiempo. A través de Turquía, Grecia, luego Rumanía –que es su gran favorito europeo–, los Balcanes… Suman ocho meses más a su viaje. “Antes de irme, era tímido. Allí todo el mundo tiene confianza en sí mismo, escucha música. La danza es el momento más puro del momento presente. Estoy feliz de haber ido al pueblo, de haber tenido la fuerza mental y física para hacer este viaje”, recuerda.
Antes de insistir: “Me atendieron muy bien cuando estuve enferma. No conocen el racismo. Si África es peligrosa es porque tal vez no queramos regresar”. Por tanto, podía verse a sí mismo regresando a Kenia. Después de haber traído a Cécilia a Francia para que pudiera “respirar la llovizna bretona”.
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