No estoy seguro de que el evento, el pastel y las velas que lo acompañaron le harían llorar. De hecho, no hace más de diez, veinte o treinta años. “¿Qué cambia eso? Mientras tengamos salud…”, ya podemos escucharle respondernos secamente sin que nadie pueda demostrarle que está equivocado.
Sin lágrimas de cocodrilo, sin trémolos en la voz, sin aspavientos, nada del tipo de casa. Pero este jueves 14 de noviembre de 2024, Bernard Hinault celebra su 70 cumpleaños y el 70 cumpleaños del hombre al que llamamos el Tejón nos transporta al paso del tiempo. A nuestros recuerdos. Porque, como en la canción de otra leyenda, todos tenemos algo en nosotros de Bernard Hinault.
Quienes lo vieron llegar con el pelo revuelto, sus medias de fútbol y su bicicleta comprada a crédito a su hermano recuerdan a un adolescente que ya no tenía miedo. Primera carrera, primera victoria. No se sorprendieron al verlo sobrevolar el Dunlop Premier Pas, es decir, el campeonato juvenil de Francia un año después.
Quienes lo vieron irrumpir en su salón nunca olvidarán su primera televisión, esta aterradora caída en la bajada del Col de Porte y su gran éxito en las carreteras del Dauphiné en 1977 frente a Eddy Merckx y los demás. Ellos tampoco se sorprendieron más al verlo, doce meses después, anexar el Tour de Francia desde su primera participación.
El comienzo de la leyenda, de una leyenda, de los años de Hinault. Los de una Lieja-Bastogne-Lieja apocalíptica, rebautizada como “Neige-Bastogne-Neige” porque el cielo belga era como una broma de mal gusto aquel día, ganada con casi diez minutos de antelación en la primavera de 1980, d una obra maestra del campeonato del mundo. , el mismo año, en Sallanches o incluso en una París-Roubaix que le encantaba odiar para mejor devorar. Un rostro, un temperamento extraordinario, una fuerza de carácter, eso también era Hinault.
Quienes no tuvieron la oportunidad de verlo correr, quienes no tuvieron el privilegio de emocionarse con las hazañas del mayor campeón bretón de todos los tiempos, pueden escucharlo, ya que su franqueza y sus fuertes opiniones siguen desgastando. Incluso si eso significa chocar. A sus 70 años, Bernard Hinault no ha cambiado. Eterno. ¡Feliz cumpleaños, Sr. Hinault!
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