A pesar de los grandes avances que representan las vacunas contra la COVID-19 para la salud pública, al reducir significativamente las hospitalizaciones y muertes en todo el mundo, no están exentas de efectos secundarios, a veces graves.
Apurva Mandavilli, periodista del New York Times, destaca los testimonios de personas que sufrieron graves consecuencias tras su vacunación.
Caso de Michelle Zimmerman
Michelle Zimmerman, de 37 años, doctora en neurociencia, describe un cambio radical de vida después de su vacuna. Poco después de recibir la vacuna Johnson & Johnson, experimentó un dolor intenso que se irradiaba desde el brazo izquierdo hasta la oreja, seguido de síntomas de extrema sensibilidad a la luz y problemas de memoria.
Tres años después, diagnosticada con daño cerebral, vive con sus padres, sin poder trabajar ni siquiera estar de pie durante largos períodos de tiempo.
La realidad de los números.
Hasta la fecha, más de 270 millones de personas en Estados Unidos han sido vacunadas, lo que representa aproximadamente 677 millones de dosis administradas.
Aunque los efectos secundarios graves son raros, se han presentado más de 13.000 reclamaciones de indemnización ante el gobierno federal, y muy pocos casos han sido reconocidos y compensados.
Reacciones de expertos y funcionarios de salud.
Voces como la de Akiko Iwasaki, inmunóloga y especialista en vacunas de la Universidad de Yale, expresan preocupación por la falta de reconocimiento y apoyo a las víctimas de reacciones adversas graves.
Las autoridades sanitarias, sin embargo, insisten en el carácter excepcional de estas reacciones y en la eficacia de los sistemas de vigilancia establecidos.
Una necesidad de reconocimiento
Janet Woodcock, exdirectora de la FDA, reconoce la existencia de reacciones anormales y graves en algunas personas vacunadas.
Ella pide que se reconozca su sufrimiento y que se tomen en serio sus problemas.
