Crisis energética e ira pública.

A pesar de sus vastas reservas de petróleo y gas natural, Irán enfrenta una crisis energética que pone de relieve la ineficacia de su teocracia gobernante. En las últimas semanas, el país se ha visto afectado por cortes de energía rotativos, agravados por las condiciones invernales. Las escuelas, universidades y oficinas gubernamentales se vieron obligadas a cerrar o funcionar con horarios reducidos, mientras que las fábricas industriales tuvieron que detener la producción, lo que provocó importantes pérdidas económicas.

Aunque el régimen iraní atribuye la crisis a factores externos, como sanciones y presuntos ataques clandestinos, las causas fundamentales se encuentran en décadas de corrupción, mala gestión y abandono del bienestar público. La infraestructura energética de Irán está obsoleta e ineficiente, con importantes pérdidas en la transmisión y una gran dependencia de centrales eléctricas alimentadas con gas que no pueden satisfacer la creciente demanda. Las prioridades del régimen –influencia regional y esfuerzos militares en lugar de necesidades internas– han exacerbado la situación. La minería no autorizada de criptomonedas, vista como una forma de eludir las sanciones, ha consumido enormes cantidades de electricidad, ejerciendo más presión sobre la red. La decisión de limitar el uso de fueloil en las centrales eléctricas por motivos medioambientales también ha reducido la capacidad de generación de electricidad.

El fracaso del régimen para resolver la crisis energética ha alimentado la ira pública. Los cortes de energía diarios y las interrupciones de los servicios esenciales han frustrado a los ciudadanos. Han estallado protestas en ciudades como Teherán e Isfahán, donde los comerciantes protestan por los cortes de energía que afectan a sus negocios y los residentes corean consignas contra la dirección.

La historia de protestas en Irán por motivos económicos (desde manifestaciones contra el aumento de los precios del combustible en 2019 hasta manifestaciones más recientes) sugiere que la actual crisis energética podría reavivar movimientos más amplios. La oposición iraní, el Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI), ha criticado la gestión del sector energético por parte del régimen, destacando la ironía de exportar electricidad mientras la población sufre cortes de energía.

Fallo sistémico

La crisis energética simboliza un fracaso sistémico más profundo dentro de un régimen autocrático que prioriza su supervivencia sobre el bien público. Es poco probable que un cambio gradual bajo el régimen actual resuelva estas crisis. Una transición hacia un gobierno democrático y secular podría conducir a mejoras significativas en la modernización de la infraestructura, políticas energéticas sostenibles y distribución equitativa de los recursos. Un gobierno así también permitiría a la sociedad civil abordar cuestiones críticas como la degradación ambiental, los derechos de los trabajadores y la igualdad de género.

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