En la plaza frente a la Bolsa de Comercio de París, el día de la inauguración de la exposición “Arte Povera”, el espectáculo fue total. Bajo “Idee di pietra – 1.532 kg di luce”, el árbol de bronce de Giuseppe Penone, tres bloques de hielo de Pier Paolo Calzolari se derritieron sobre el asfalto, mientras las letras ardientes del nombre de Jannis Kounellis ardían en el viento. Tres formas de domesticar las energías, la visible y la invisible. Por primera vez, la Bolsa de Comercio dedica todos sus espacios a una única exposición: un gran panorama del arte povera.
Carolyn Christov-Bakargiev, ex directora del Castello di Rivoli de Turín y comisaria de la exposición, especialista en este movimiento nacido en Italia a finales de los años 60, lo define de la siguiente manera: “El arte povera consiste, por supuesto, en el uso de materiales pobres. materiales, pero se basa sobre todo en un pensamiento empírico, un arte a la vez conceptual y totalmente material, una práctica del tiempo y una forma de ocupar el espacio. » Fue en 1987, mientras estudiaba en Roma, cuando conoció a los representantes de este movimiento bautizado por el crítico de arte Germano Celant veinte años antes en un texto publicado por la revista “Flash Art”. La exposición también incluye obras de la época moderna que inspiraron a artistas del arte povera y otros contemporáneos.
Mostrar creaciones de este movimiento no es una tarea fácil y se produjeron muchas conversaciones con los artistas. “Presentar estos objetos es como la música: para ser lo más preciso posible, lo más cercano posible al gesto, es necesaria una interpretación, una memoria oral de quienes tocaron estas piezas”, explica Emma Lavigne, directora general de la Colección Pinault. “LOSPACIO”. Apenas visibles, en gris sobre gris, estas letras están fijadas alrededor de la rotonda de la Bolsa de Comercio. “Esta arquitectura circular es como un regazo dantesco, una visión de un tiempo circular”, comenta Giuseppe Penone. Junto con Gilberto Zorio, Pier Paolo Calzolari y Michelangelo Pistoletto, pertenece a los últimos cuatro miembros del movimiento, que vinieron a colgar sus obras en las salas.
En la rotonda, los “cerebros” de la exposición
Todo se puede leer desde diferentes ángulos. En la rotonda están instaladas una treintena de obras a modo de primera visión, en cierto modo el “cerebro” de la exposición, un principio que Carolyn Christov-Bakargiev ya había aplicado en Kassel en su Documenta. Allí vemos, por ejemplo, el autorretrato humeante de Alighiero Boetti, o la primera “Direzione” de Giovanni Anselmo, un bloque de granito que contiene una brújula, que invita al espectador a percibir fuerzas electromagnéticas. En los pasillos que lo rodean, las altas ventanas evocan el contexto del arte povera y los artistas que lo dibujaron. Carolyn Christov-Bakargiev los diseñó como una invitación a los paseantes por los pasajes parisinos.
En las salas y en los pisos, cada uno de los trece artistas del arte povera se presenta en su propio espacio. Una de las más llamativas es la reconstrucción de la “Casa ideal” de Pier Paolo Calzolari: “La Casa ideal es un deseo, un proyecto, eso es todo”, formuló el artista frente a este universo inmaculado, habitado por objetos, elementos helados, mostrados por primera vez en 1968 y readaptado varias veces desde entonces.
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Se proyecta una pequeña diapositiva, visible a través del ocular de un telescopio: es la fotografía de Malina, una perra que vivía en este entorno (y motivo de inspiración de Pierre Huyghe para el perro de la pata rosa que introdujo en una de sus obras). Los tejidos de Marisa Merz, elaborados con hilos de nailon y cobre, conviven en el espacio con los “Iglús” de su marido Mario Merz. Hay que dejarse cautivar por los espejos de Miguel Ángel Pistoletto, en los que los cuerpos de los visitantes se mezclan con las siluetas en imágenes.
Obras de muy diversas formas, escalas y materiales
Los “Mappa” de Alighierio Boetti, tapices planisferios realizados por artesanos de Kabul, donde vivió, son testigos de los estados del mundo en el momento de su creación. Los árboles tejidos de Giuseppe Penone evocan el pensamiento humano y resuenan con reflexiones contemporáneas sobre la crisis climática. Y también hay que mencionar a Emilio Prini, Gilberto Zorio, Giulio Paolini, Pino Pascali, Luciano Fabro, Giovanni Anselmo…
De muy diversas formas, escalas y materiales, estas obras tienen en común la proximidad a “Las Metamorfosis” de Ovidio y al pensamiento de Heráclito según el cual en el Universo todo es movimiento. Cuando fueron creados, respondieron al muy difícil contexto político de la Italia de los años 1970, del cual la exposición ofrece una relectura fascinante, al tiempo que sugiere que pueden ser el soporte para nuevas reflexiones sobre la forma de concebir nuestro mundo actual. En una pequeña caja de metal, Mario Merz dibujó letras de neón que significan en francés: “¿Qué hacer? »