Estamos en otoño y este fin de semana fue especialmente propicio para pasear. Fue una oportunidad para admirar las diferentes tonalidades amarillas y anaranjadas de los árboles. Aunque las hojas son a veces peligrosas para los automovilistas, siguen un ciclo natural y son un beneficio para el suelo…
Un poco de sol, una alfombra de hojas muertas de todos los colores, basta para sorprender a los caminantes. “Muy muy bonito… el color, todos los tonos, es magnífico”detalla un caminante. “Con el sol y las hojas que se ponen verdes y amarillas mientras caminamos, es magnífico”lanza otro.
Daniel Fleury ha hecho de ella su profesión: es fotógrafo de naturaleza e inmortaliza las estaciones. Su secreto: una luz especial… “Tenemos que buscar luces que nos agraden: no demasiado duras, con un poco de nube a ser posible para dar suavidad a la imagen. Cada día para mí es una maravilla”, explica el entusiasta.
Con el otoño las temperaturas bajan y el sol está menos presente. Esta es una señal para que los árboles desconecten sus sensores de energía solar en las hojas, impidiendo el paso de la savia.
“En cuanto se acaba la savia, la hoja vuelve a caer sobre sí misma, muere muy lentamente y luego la coloración empieza a disminuir poco a poco y cambia de color”, explica Jean -Claude Mangeot, guardabosques.
Se detiene la fotosíntesis y desaparece la clorofila: el árbol entra en modo de “hibernación”. Además de hacer las delicias de los caminantes, las hojas caídas tienen una utilidad ya que nutren el suelo. Definitivamente la naturaleza está bien hecha.
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