En la Fundación Cartier-Bresson, el fotógrafo estadounidense documenta el deambular clandestino de los solicitantes de asilo, cuyas huellas siguió entre la frontera española y la región de Calais.
Muy inteligente quien sabe localizar las tomas de Raymond Meeks cuando, sin embargo, todas ellas son al aire libre -lo que, en tiempos normales, sería suficiente para proporcionar información instructiva en función del paisaje (vegetación, relieve, etc.) o del urbanismo-. Sólo que no, en absoluto, porque si hay topografía, se basa en la observación muy concreta de los puntos de paso de los exiliados que, condenados a la clandestinidad, a veces buscan refugio lejos de las miradas, a veces una salida para continuar su camino hacia Cielos supuestamente más clementes.
De modo que, exacerbada por un blanco y negro melancólico, prevalece una atmósfera pesada, mientras el fotógrafo recorre lugares desprovistos de cualquier presencia humana, que proclaman nada menos y, por lo tanto, ¿más? – la dureza de trayectorias anónimas que aspiran algún día a pasarse al lado correcto. Barandilla contextualmente irrisoria, muro de piedra medio derrumbado en medio de la nada, río tumultuoso, bloques y bloques de hormigón derrumbados, o lastre ahogado en el monte, con, aquí y allá, algunos miserables vestigios de una humanidad tambaleante (un zapato, un trozo de tela atrapado en una rama): es, también, una sensación de colapso que se inmiscuye, sugiriendo una civilización sumergida, donde las grietas que remiten a las guaridas de la prehistoria ya no serían más que bolsas de supervivencia para seres desprovistos de referencia. agujas.
“Un rumor en el agua”
Un proyecto incómodo, “Los Habitantes”, se llevó a cabo durante el año 2022, durante el cual el estadounidense Raymond Meeks pasó mucho tiempo en ambos extremos de Francia, en la frontera española y en la región de Calais, hasta esta Costa de Ópalo que. se enfrenta a Inglaterra. La itinerancia, a la vez libro y exposición (realzada por el ahorcamiento), se desarrolló conjuntamente con su compatriota, el escritor George Weld, que asocia sus palabras –escritas a mano, a lápiz y casi indescifrables en las paredes de la Fundación Cartier-Bresson–. en las imágenes: “Hay un abismo en la noche donde el tiempo mismo desaparece, se arquea y emerge borroso, sin sentido” “La envoltura muda de una cigarra, el cocolito, las huellas que deja el cuerpo. La carne perece, los huesos se vuelven frágiles, nos calcificamos” “Una perturbación, un movimiento o una calma, un tumulto en las dunas, un rumor en el agua”.
Originario de Ohio, Raymond Meeks, de sesenta años, es el ganador de Immersion. Un encargo realizado por la Fundación Empresa Hermès, que “con el fin de apoyar la fotografía contemporánea en Francia y Estados Unidos” a través de una beca. Lo que permite que un artista visual establecido en Norteamérica venga “crear una obra original” en Europa, y alternativamente el año siguiente. Imaginado hace diez años, Immersion ya ha premiado en el pasado a artistas tan populares como Alessandra Sanguinetti o Gregory Halpern. Raymond Meeks no luce diferente.