Jean Hélion, pintor del cangrejo ermitaño – Libération

Jean Hélion, pintor del cangrejo ermitaño – Libération
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Arte

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En el Museo de Arte Moderno de París, una retrospectiva le permitirá sumergirse en las cambiantes obras de este talentoso artista, que constantemente parecía meterse en el caparazón de otros además de él mismo.

Cuando era niño, Raymond Queneau iba a veces de vacaciones a Andelys, el pueblo donde vivía una de sus tías y donde nació Poussin. Allí, dice en roble y perrosu “novela en verso” de 1937, un primo “pescado criado; entrenó un galgo; /domesticar una ardilla; / hice cantar a un mirlo; /sustancias asociadas /para que el tornasol girara”. Él añade : “No describiré mi inmensa tristeza/cuando tuvimos que regresar; /sólo, un día, una calabaza en una carretilla /logró hacerme reír”. Jean Hélion, amigo de Queneau, descubrió que roble y perro Levantó un espejo ante su trabajo. El pintor se sentía como un roble y un perro. Amaba a Poussin, de quien habla en una película como un pintor abstracto. Y amaba las calabazas. En la década de 1950 pintó varios. Ahora tiene cincuenta años y ya no tiene ningún éxito; pero, al regresar de la gloria, con todas las luces apagadas, una calabaza le hace sonreír, tal vez incluso feliz. Y, para agradecerle, lo hace espectacular.

Dentro Casa de calabaza (1952), la enorme verdura cortada en rodajas, parecida a una cáscara viscosa y sensual, no está sobre una carretilla, sino sobre una mesa de madera, de finas patas. Al lado, una silla plegable sobre la que se colocan una chaqueta y un paño. Hay una cebolla en la tela y una flor silvestre en el ojal. Todo crea grandes arrugas. Sobre la mesa, las cabezas de tres puerros rozan la bestia vegetal. Su pluma de cola descolorida

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