Runny Bunny es un pequeño juego indie a medio camino entre el puzle y la acción, en el que un conejo dopado de adrenalina decide correr directo hacia la multitud (o más bien hacia las paredes o trampas mortales). Nos calzamos nuestras zapatillas virtuales y nos lanzamos a correr una maratón… en línea recta.
En Runny Bunny, controlas a un conejo hiperactivo que corre recto como una flecha. Sin zigzags, sin giros en U, sólo líneas rectas a una velocidad que haría palidecer a un coche de Fórmula 1. ¿Tu papel? Anticipa tu viaje usando estrategia, pero también reflejos, para evitar que se convierta en un guiso después de golpear picos o flechas.
¿Los primeros 10 niveles? Un paseo por el parque en una pradera pixelada. ¿Los próximos 90? Una inmersión en el infierno donde cada movimiento mal calculado convierte tu aventura en un festival de explosiones peludas. Prepara tus nervios, porque las trampas, enemigos y otros artilugios malignos no harán más que multiplicarse.
Aquí no es necesario hacer malabares con 36 botones: las flechas direccionales son suficientes. Y ahí es donde Runny Bunny gana puntos. Con controles precisos y un conejo tan receptivo como una pelota que rebota, rápidamente te engancharás al juego. A pesar de su simplicidad, la jugabilidad está bien pensada, con niveles que gradualmente agregan nuevos desafíos para mantener al jugador alerta.
Visualmente, no esperes una obra de arte. El pixel art es sobrio, casi tosco, pero cumple su función. Los escenarios van del verde al siniestro, y las animaciones minimalistas son suficientes para que todo sea legible, lo cual es crucial dada la velocidad del conejo. Por otro lado, no busques la maravilla visual: aquí lo que prima es la eficiencia.
Si la jugabilidad es estimulante, la banda sonora es, por el contrario, minimalista. Una sola pieza musical se reproduce en bucle, acompañada de algunos efectos de sonido no realmente memorables. Acabamos bajando el volumen para evitar una sobredosis de sonido, pero, afortunadamente, esto no resta valor a la experiencia general.
Con sus 100 niveles, Runny Bunny ofrece una vida útil respetable. La dificultad aumenta gradualmente y cada victoria proporciona esa pequeña emoción de satisfacción. Pero ten cuidado: los niveles finales podrían transformar tu calma interior en un volcán de frustración. Pero si te gustan los desafíos, eso es una ventaja.
Runny Bunny es un juego genial que combina hábilmente pensamiento y reflejos. Si estás buscando un juego sin pretensiones pero efectivo para ocupar tus noches o desafiar tu mente estratégica en el modo rápido, esta es una buena opción. Pero no esperes una revolución en los videojuegos: es más una zanahoria que un festín gastronómico.
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