A menos de dos semanas de su toma de posesión, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha conmocionado a la comunidad internacional al reafirmar su intención de adquirir nuevos territorios. Esta vez, Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá son el nexo del multimillonario. Lo suficiente para despertar la preocupación de los países europeos y el interés de los observadores de todo el mundo.
El viejo sueño americano: Groenlandia y Canadá
Los deseos de Donald Trump para Groenlandia no son nada nuevo. Durante su primer mandato (2017-2021), dejó entrever el deseo de adquirir esta isla estratégica, autónoma pero bajo soberanía danesa. Los argumentos esgrimidos por quienes rodean a Trump siguen siendo los mismos: abundantes recursos naturales (petróleo, gas, minerales importantes), una posición geopolítica decisiva en el Ártico y el deseo de contrarrestar la creciente influencia de Rusia y China.
A pesar de que Copenhague reiteró que “Groenlandia no se vende”, Donald Trump no excluye el uso de presiones económicas e incluso militares para lograr sus objetivos. La tensión verbal, como era de esperar, preocupa a los líderes europeos, pero no ha debilitado la determinación del futuro inquilino de la Casa Blanca. Según algunos de sus asesores más cercanos, la adquisición de Groenlandia será parte de la estrategia de Trump para construir un legado duradero para Estados Unidos y demostrar que “Hacer grande a Estados Unidos” sigue siendo la manera de hacer historia.
Otro objetivo potencial para Donald Trump: Canadá. En una mezcla de provocación y cálculo político, el presidente electo se ha mostrado partidario de la idea de integrar a su vecino del norte en Estados Unidos, calificándolo de “estado 51”. También amenazó con utilizar la “fuerza económica” para obligar a Ottawa a ceder.
Es cierto que Canadá, el principal productor de petróleo y gas de esquisto, tiene una importancia estratégica. Las amenazas de Trump, exageradas por el gobierno canadiense, le valieron una dura respuesta de los funcionarios de Ottawa, que reiteraron su compromiso con la soberanía nacional. Pero para un empresario estadounidense la lógica no cambia: todo debe servir a la economía, luego a la seguridad y a los intereses de Estados Unidos.
Canal de Panamá: ¿Símbolo de recuperación?
En el mismo contexto, Donald Trump anunció que no descartaría el uso de métodos coercitivos para recuperar el control del Canal de Panamá. Construida a principios del siglo XX bajo el liderazgo de Theodore Roosevelt, esta estructura es un importante nodo del comercio mundial que conecta los océanos Atlántico y Pacífico.
Desde que Panamá recuperó la plena soberanía sobre el canal en 1999, Estados Unidos ha ejercido sólo control indirecto sobre este paso estratégico. Trump acusa regularmente a los funcionarios panameños de “cobrar demasiado” por los barcos estadounidenses. Para él, es “inconcebible” que Estados Unidos, que ha construido y explotado infraestructuras durante tanto tiempo, esté hoy sujeto a la benevolencia de un país que considera menos poderoso.
Europa y Rusia advierten
Estas grandilocuentes declaraciones no dejaron de provocar protestas en Europa y Rusia. Las viejas cancillerías continentales temen un retorno a la “ley del más fuerte” y temen el precedente que podría sentar una anexión efectiva. Por su parte, los funcionarios rusos están observando de cerca la escalada de tensiones en torno a Groenlandia en el Ártico, un área que Moscú defiende firmemente sus intereses.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, calificó las palabras de Donald Trump de “muy dramáticas”. Considera que el Ártico es un espacio donde Rusia está “en casa” y dice que está lista para responder a cualquier acción que pueda amenazar su seguridad o sus objetivos económicos.
Aunque las declaraciones de Donald Trump a veces parecen provocativas y exageradas, ponen de relieve una fuerte tendencia: cuestionar ciertos equilibrios geopolíticos establecidos desde hace décadas. A través del prisma de la “competencia con China y Rusia”, el presidente electo pretende redefinir los intereses de Estados Unidos para asegurar una posición dominante en la arena internacional. Si bien debemos reconocer el papel histórico de Estados Unidos en la defensa de la libertad, también debemos recordar que el respeto a la soberanía territorial es un pilar fundamental del derecho internacional.
El futuro nos dirá si estas ambiciones trumpoestadounidenses siguen siendo sólo palabras o si se traducen en acciones concretas. En este momento, Donald Trump mantiene una incertidumbre calculada, alternando entre amenazas, declaraciones atronadoras y una mano extendida pidiendo un “acuerdo”. No hay duda de que en los próximos meses seremos testigos de una intensa confrontación diplomática en la que no solo estará en juego el legado de Trump, sino también la definición misma del equilibrio global en la era que se está desarrollando.
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