Primero, Donald Trump apuntó al Canal de Panamá, planteando la posibilidad de que Estados Unidos pudiera recuperarlo. Luego llegó el turno de Groenlandia, y el próximo presidente de Estados Unidos volvió a plantear la hipótesis de comprarla para proteger los intereses estadounidenses. “Para los propósitos de la seguridad nacional y la libertad en todo el mundo, Estados Unidos de América cree que la propiedad y el control de Groenlandia es una necesidad absoluta”, escribió Trump en Truth al mismo tiempo que el anuncio de Ken Howery como nuevo embajador. Americano en Dinamarca. Y ahora todo el mundo se pregunta qué hay de verdadero y qué hay de falso en estas afirmaciones.
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La estrategia de Trump
El magnate nos ha acostumbrado desde hace años a sus métodos diplomáticos poco ortodoxos. Las advertencias o amenazas, acompañadas de una petición especialmente importante, son la base de su actitud empresarial. Un aumento continuo de las apuestas para llegar al mejor acuerdo. Negociaciones que muchas veces se presentan como un duelo, con tonos musculosos y demostraciones de fuerza. Pero esta vez, la impresión es que Trump apunta a algo más pragmático. Algo que hay que depurar de los tonos de Donald en las redes sociales para entender qué hay realmente detrás de estas palabras que pueden parecer absurdas. Hay más denominadores comunes detrás de estas amenazas del presidente electo de Estados Unidos. Uno es el mar. Porque en ambos casos, el control de las rutas, tanto comerciales como militares, resulta esencial en la estrategia estadounidense. Y por tanto también trumpiano.
La idea de Washington: recuperar el control del Canal de Panamá
El Canal de Panamá
Panamá es un canal indispensable para el comercio estadounidense, pero también para unir más rápidamente los puertos de las dos costas del país sin tener que circunnavegar Sudamérica. El control de ese “cuello de botella”, es decir, ese “cuello de botella”, es un pilar de su estrategia comercial y militar para Washington. Pero desde hace algún tiempo existen algunos problemas. Uno es la sequía, que en determinados períodos del año pasado pero también este año ha reducido significativamente el agua presente en el canal, obligando así a una reducción del tráfico. El segundo elemento son los aranceles comerciales, que para Trump son demasiado altos. «Nuestra Marina y nuestro comercio reciben un trato especialmente injusto. Los derechos que exige Panamá son ridículos”, declaró el magnate. “Esta estafa total a nuestro país terminará de inmediato”, continuó en las redes sociales. Un tema retomado por el próximo presidente estadounidense también en un acto en Arizona, donde reiteró que “un Canal de Panamá seguro es fundamental para el comercio estadounidense y el rápido despliegue de la Armada” y que las autoridades locales tendrán que “aceptar la petición ” de su administración.
El nudo chino
Finalmente, hay un tercer problema: China. Un tema, el de los intereses de Beijing en el Canal, destacado por el propio Trump, quien en su primer post en La Verdad había dicho que “sólo le correspondía a Panamá gestionarlo, ni a China ni a nadie más”. “¡Nunca dejaríamos que cayera en manos equivocadas!” Donald luego reiteró. Y para Washington, el desembarco del Dragón en el canal centroamericano no tiene poca importancia. Los cargueros chinos se encuentran entre los mayores usuarios de ese paso entre el Pacífico y el Atlántico y China lo utiliza sobre todo para llevar sus mercancías a los puertos estadounidenses. Beijing lleva años invirtiendo en puertos cercanos al canal, especialmente en Balboa y Cristóbal. Y la señal más llamativa de este acercamiento entre China y Panamá fue la ruptura de las relaciones entre el Estado que controla el canal y Taiwán, la isla “rebelde” que Xi Jinping quiere recuperar.
La Groenlandia
China (y en general la competencia entre grandes potencias) es uno de los puntos de conexión con el otro expediente abierto por Donald en estas horas: Groenlandia. Porque Pekín, sobre todo en los últimos años, había mostrado cierto interés por ese territorio ártico. Interés que, como escribió Politico, finalmente pareció menos concreto de lo esperado por las cancillerías occidentales. Y Rusia también ha reclamado cierto peso en la realidad de la isla a través de su zona económica exclusiva. Trump tiene desde hace años la vista puesta en ese inmenso territorio entre los océanos Atlántico y Ártico. Ya durante su primera administración, Trump había revelado su intención de negociar la compra de Groenlandia por parte de Estados Unidos, al punto que decidió cancelar un viaje de Estado a Dinamarca luego de que desde Copenhague dijeran que la isla no estaba en venta. Una cuestión que ha vuelto a aclarar hoy el presidente del Gobierno groenlandés, Mute Bourup Egede, que ha afirmado que «Groenlandia es nuestra. No estamos a la venta y nunca lo estaremos. No debemos perder nuestra larga lucha por la libertad”.
Los precedentes
Para Washington, sin embargo, Groenlandia no es un tema planteado únicamente por Trump. En la historia ha habido varios momentos en los que la Casa Blanca pensó en un acuerdo para poner su territorio bajo control estadounidense, dado que representaría un elemento crucial para el control de las rutas árticas, especialmente fundamentales con el desafío a Moscú. Pero ahora, tras continuos descubrimientos e investigaciones científicas, también se ha comprendido que Groenlandia puede desempeñar un papel fundamental en la carrera por algunos de los recursos naturales más importantes. Entre el petróleo del mar que la rodea y los depósitos de cobre, oro, plata y uranio, esa tierra que pertenece al reino de Dinamarca podría cambiar el desafío por el control de un elemento sumamente preciado. Y esto es importante no sólo para Copenhague, sino también para las superpotencias comprometidas en la lucha para no dejar que estos recursos acaben en manos de sus adversarios.
Rusia
Una cuestión fundamental, a la que se suma la del control del Ártico, una región cada vez más central en la dinámica de las superpotencias. Rusia nunca ha ocultado su ambición de colocar el Polo Norte bajo su paraguas, también gracias al inmenso territorio bañado por los mares árticos. Tanto es así que Moscú sigue desarrollando su flota de rompehielos de propulsión nuclear para explotar las rutas polares. Rutas que, con el progresivo calentamiento global, también podrían ser aprovechadas por China, que, como superpotencia comercial, tendría interés en pasar por la ruta del extremo norte controlada por su aliado ruso, evitando los mares cada vez más peligrosos del “sur”. La carrera hacia el Ártico ha alarmado durante mucho tiempo a Estados Unidos, pero también a Europa. Tanto es así que la OTAN considera esencial su presencia en la región para evitar que otras fuerzas tomen el control. Y Groenlandia, formalmente parte de un país de la Alianza, es una pieza central de este mosaico.
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