Pero la vida cotidiana de estos trabajadores, dificultada durante el Covid, se ha convertido en un infierno desde el ataque a la sala Crocus en Moscú el pasado mes de marzo. Más de 140 personas murieron y ciudadanos tayikos fueron acusados de llevar a cabo el acto terrorista. Comprometidos con una unión del país en torno a un ideal
Frente al estilo ultranacionalista y la sensación de ciudadela asediada, Vladimir Putin aprovechó la ocasión para lanzar a las autoridades a la caza de inmigrantes.
Rusia “necesita” inmigrantes ante una situación demográfica “tensa”
Diariamente es un infierno. A su llegada, los estacionan durante varias horas frente a las oficinas de aduanas del aeropuerto y sus teléfonos son registrados con o sin su consentimiento. En el metro, son controlados durante todo el día y, a menudo, retenidos durante dos o tres horas para “controles” en las comisarías, aumentan las redadas en las obras, en los dormitorios… Resultados: más de 92.000 extranjeros han sido devueltos a su país desde principios de año, es decir, un 53% más que el año pasado.
En la opinión pública, la xenofobia, ya muy presente, ahora es aceptada. Los comentarios en los sitios de noticias están llenos de mensajes anti-inmigrantes y los anuncios inmobiliarios muestran cada vez más la condición “reservado para los eslavos”. En julio, un oficial de policía de Moscú pidió “blanquear la región de Moscú para que no se vuelva negra”.
“Rusia podría crear una presión migratoria considerable sobre Europa”
Un dolor de cabeza para el Kremlin
Para el Kremlin, esta situación es un dolor de cabeza. Sería necesario combinar la ideología del Estado y compensar las necesidades de la economía. En 2014, había poco más de 6 millones de inmigrantes en Rusia; hoy sólo quedan unos 3 millones. Según el periódico ruso en el exilio Novaya Gazeta quien investigó el tema, faltan entre 3 y 3,5 millones de trabajadores en el país para que la economía se mantenga a flote. El instituto de estadística ruso Rosstat dijo en julio pasado que a Rusia le faltaban 2,7 millones de trabajadores, en cálculos que no tenían en cuenta los empleos no declarados. La escasez se ha visto agravada por un importante exilio pacifista que dura desde 2022 y un número desconocido pero significativo de hombres enviados a morir en el frente.
Suficiente para presionar al Kremlin a moderar sus comentarios. Ya en junio pasado, la Comisaria de Derechos Humanos, Tatyana Moskalkova, instó a “no tomen medidas extremas y represivas” contra los migrantes, destacando el concepto de “inmigrantes positivos”. El 29 de noviembre, los medios de comunicación de los periodistas rusos en el exilio Medusa supe por una fuente en el Kremlin que la administración presidencial quería “reducir los sentimientos anti-inmigrantes en el país”.
“Dejé de bromear desde el inicio de la guerra”
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