Donald Trump dijo el lunes que quería hablar con Vladimir Putin y el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky para detener la “carnicería” del conflicto armado en Ucrania.
Trump, que asumirá el cargo en enero, prometió durante su campaña electoral poner fin rápidamente a la guerra y ya ha pedido un “alto el fuego inmediato” y conversaciones, hasta el punto de que europeos y ucranianos temen que pueda forzar concesiones importantes. de Kiev y darle al Kremlin una victoria geopolítica.
El presidente electo de Estados Unidos dijo que Ucrania debería “probablemente” esperar menos ayuda de Washington y se opuso al uso de misiles occidentales por parte de Kiev para atacar a Rusia.
Por su parte, Vladimir Putin ha declarado en numerosas ocasiones que está dispuesto a entablar conversaciones con Ucrania siempre que se basen en “las realidades sobre el terreno”, donde las fuerzas rusas llevan ventaja desde principios de año.
Rusia exige en particular que Ucrania ceda cuatro regiones que ocupa parcialmente -las de Donetsk y Lugansk en el este, y las de Zaporizhzhia y Kherson en el sur-, además de Crimea anexada en 2014. Exige también que Kiev renuncie a su ambición de unirse a la OTAN.
Volodymyr Zelensky se opone categóricamente desde hace tiempo a cualquier concesión, pero ha suavizado su posición en los últimos meses ante las dificultades de su ejército en el frente y los temores de un debilitamiento de la ayuda occidental.
Desde Bruselas, instó el jueves a los europeos a no abandonar su país y a mostrar unidad, también con Estados Unidos, a pocas semanas del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
Conflicto en Siria: la caída de Assad no es una “derrota” para Rusia, asegura Putin
La caída de Bashar al-Assad, estrecho aliado de Moscú, no es una “derrota” para Rusia, aseguró el jueves Vladimir Putin, al tiempo que estimó que el ejército ruso, movilizado en Siria desde 2015, había “alcanzado (su) objetivo”.
“Estamos tratando de presentar lo ocurrido en Siria como una derrota de Rusia. Les aseguro que no es así”, declaró el presidente ruso durante su importante conferencia de prensa anual en la capital rusa.
“Fuimos a Siria hace diez años para impedir que se creara allí un enclave terrorista, como en Afganistán. En general, hemos logrado nuestro objetivo”, afirmó, reconociendo sin embargo una situación “difícil”.
El despliegue de tropas rusas en Siria a partir de 2015 para apoyar a Bashar al-Assad supuso el gran regreso de Rusia a la escena internacional, aprovechando la ausencia de los occidentales.
“Rusia se encuentra hoy en el estado que queríamos, se ha vuelto más fuerte”, dijo Putin el jueves a los periodistas, en este programa de televisión visto por millones de rusos.
Al final de una ofensiva de once días, la coalición rebelde dominada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) derrocó a principios de diciembre el poder de Bashar al-Assad, que se refugió en Rusia con su familia.
Esta caída constituyó un revés grave e inesperado para Moscú, que era, junto con Irán, el principal aliado del ex presidente sirio.
El destino de la base naval de Tartous y del aeródromo militar de Hmeimim, infraestructuras clave para que Rusia mantenga su influencia en Oriente Medio, la cuenca del Mediterráneo y hasta África, está ahora en duda.
Vladimir Putin afirmó el jueves que había “propuesto a nuestros socios (…) utilizar la base aérea de Hmeimim para entregar ayuda humanitaria”.
“Esta propuesta se acepta con comprensión. Lo mismo ocurre con la base naval de Tartous”, afirmó, asegurando que “la inmensa mayoría (de los países de la región, ndr) dicen estar interesados en mantener nuestras bases militares”.
El presidente ruso añadió finalmente que el ejército ruso había “sacado a 4.000 combatientes iraníes” de Siria, a petición de Irán, que por su parte anunció el 10 de diciembre la repatriación de varios de sus nacionales, sin precisar, sin embargo, que Rusia había contribuido a ello.
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