- Autor, Pablo Kirby
- Role, Editor jefe de ediciones digitales para Europa
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Hace 7 minutos
Como jefe de las tropas rusas de protección radiológica, química y biológica, Igor Kirillov, que murió en una explosión en Moscú, fue acusado por Occidente de supervisar el uso de armas químicas en el campo de batalla de Ucrania.
En Rusia, se le consideraba un patriota incansable que luchaba por la verdad y denunciaba los “crímenes” occidentales.
Fuentes del servicio de seguridad SBU de Ucrania dijeron que él estaba detrás de la explosión y la describieron como una operación especial contra un “criminal de guerra” y un objetivo legítimo.
Según las autoridades rusas, Kirillov y un asistente murieron por explosivos colocados en un scooter eléctrico, que explotó cuando salía del edificio de apartamentos en el que vivía en Ryazansky Prospekt, en el sureste de Moscú.
Se hizo famoso por sus extravagantes informes al Ministerio de Defensa ruso, lo que llevó al Ministerio de Asuntos Exteriores británico a etiquetarlo como “una voz destacada de la desinformación del Kremlin”.
Kirillov fue más que un simple portavoz, ya que dirigió la Academia Timoshenko para la Protección Radiológica, Química y Biológica, antes de dirigir las Tropas de Protección Radiológica, Química y Biológica del ejército ruso en 2017.
Las principales tareas de esta fuerza son identificar peligros y proteger a las unidades de la contaminación, pero también “causar pérdidas al enemigo utilizando medios incendiarios”, según el Ministerio de Defensa ruso. Se cree que esto se refiere al sistema ruso de lanzallamas que puede destruir objetivos utilizando ojivas termobáricas.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña dijo que la fuerza comandada por Kirillov había desplegado “armas químicas bárbaras en Ucrania”, señalando lo que llamó el uso generalizado de agentes antidisturbios y “numerosos informes sobre el uso de cloropicrina, un agente tóxico que asfixia a la gente”.
El día antes de su asesinato, el SBU de Ucrania dijo que había sido citado en rebeldía en un caso penal por “uso masivo” de armas químicas prohibidas en los frentes este y sur de Ucrania.
Citó “más de 4.800 casos de uso de municiones químicas por parte del enemigo” en territorio ucraniano desde el inicio de la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022.
Precisa que se han utilizado sustancias tóxicas en ataques con drones y en granadas de combate.
Kirillov ganó notoriedad al comienzo de la guerra con una serie de afirmaciones dirigidas tanto a Ucrania como a Occidente, ninguna de las cuales se basó en hechos.
Una de sus afirmaciones más escandalosas fue que Estados Unidos había construido laboratorios de armas biológicas en Ucrania. Esta afirmación se utilizó para intentar justificar la invasión a gran escala de su vecino más pequeño en 2022.
En marzo de 2022, presentó documentos que, según dijo, habían sido incautados por Rusia el día de la invasión, el 24 de febrero, documentos que fueron ampliados por los medios de comunicación pro-Kremlin pero refutados por expertos independientes.
Las notorias acusaciones de Kirillov contra Ucrania continuaron este año.
El mes pasado afirmó que “uno de los objetivos prioritarios” de la contraofensiva ucraniana en la región fronteriza rusa de Kursk era apoderarse de la central nuclear de Kursk.
Presentó una presentación de diapositivas, supuestamente basada en un informe ucraniano, en la que afirmaba que, en caso de accidente, sólo el territorio de Rusia quedaría expuesto a la contaminación radiactiva.
Uno de los temas recurrentes de Kirillov es que Ucrania busca desarrollar una “bomba sucia”.
Hace dos años, afirmó que “dos organizaciones ucranianas recibieron instrucciones específicas para crear la llamada ‘bomba sucia’. Este trabajo está en sus etapas finales”.
Sus afirmaciones fueron rechazadas por los países occidentales como “evidentemente falsas”.
Pero las afirmaciones de Kirillov llevaron al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, a advertir que si Rusia insinuaba que Kiev estaba preparando este tipo de arma, sólo significaba una cosa: que Rusia ya la estaba preparando.
El verano pasado, Kirillov volvió a sus acusaciones de bombas sucias, esta vez informando del descubrimiento de un laboratorio de armas químicas cerca de Avdiivka, una ciudad en el este de Ucrania que los rusos tomaron como objetivo en febrero pasado.
Según él, Kiev viola la Convención Internacional sobre Armas Químicas (CAQ) al utilizar con ayuda de países occidentales diversas sustancias, entre ellas el agente bélico psicoquímico BZ, así como ácido cianhídrico y cloruro de cianógeno.
Rusia es signataria de la CAQ y se consideró que había destruido todas sus armas químicas de la Guerra Fría en 2017, el mismo año en que Moscú fue acusada de llevar a cabo dos ataques químicos, en la ciudad británica de Salisbury y contra el líder de la oposición rusa Alexei. Navalni.
Desde entonces, Estados Unidos ha acusado a Rusia de utilizar el agente supresor cloropicrina en el campo de batalla de Ucrania.
La muerte violenta de Kirillov conmocionó al establishment político y militar ruso. En el parlamento ruso, la Duma, se guardó un minuto de silencio.
El vicepresidente de la cámara alta del parlamento ruso, Konstantin Kosachev, dijo que su muerte era una “pérdida irreparable”, mientras que el general retirado y diputado Andrei Gurulyov dijo que el asesinato de Kirillov no pasaría desapercibido.
Gurulyov dijo que era responsable de adquirir armas que sólo deberían verse en el campo de batalla y que entendía plenamente las “actividades criminales de Estados Unidos y sus satélites”.
Su muerte también es vista por los leales al Kremlin no sólo como un golpe, sino también como una prueba de que Ucrania tiene la capacidad de atacar a funcionarios de alto nivel en Moscú.
Algunos comentaristas incluso han señalado a los británicos o a los estadounidenses. Según el corresponsal de guerra ruso Sasha Kots, esto demuestra que agentes enemigos operan y espían a la gente “en nuestra retaguardia”.
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