Satura la atmósfera de muchos países asiáticos, invade los océanos y derrite los glaciares del Himalaya y el hielo marino del Ártico. El “carbono negro” es un supercontaminante poco conocido pero omnipresente.
Una amenaza para la salud pública. Si bien contamina el aire, los océanos y acelera el derretimiento de los glaciares, el “carbono negro” no es nuevo. En efecto, según Xavier Mari, biogeoquímico del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD), “el primer ser humano que domesticó el fuego ya respiraba carbón negro”.
Este contaminante, formado durante la combustión incompleta de biomasa y combustibles fósiles, ha estado omnipresente durante milenios. Procedentes de la calefacción y la cocina domésticas (que representan el 43% de las emisiones globales), el transporte y la industria, las partículas de hollín son particularmente peligrosas y penetran profundamente en los pulmones. “Estas partículas finas en general están relacionadas con determinados cánceres y enfermedades cardíacas”, afirma Bertrand Bessagnet, responsable de calidad del aire del Centro Internacional para el Desarrollo Integrado de las Montañas (ICIMOD) de Katmandú (Nepal) y autor de una tesis sobre los aerosoles carbonosos.
Investigadores del Inserm demostraron que este contaminante se asociaba con un aumento del 30% en el riesgo de cáncer de pulmón, en un estudio publicado en 2021.
Calentamiento global acelerado
Aunque su vida en la atmósfera no supera los doce días, su poder de calentamiento es colosal: 1.500 veces mayor que el del CO2. Su efecto resulta de su color negro, que absorbe la luz y almacena calor.
Transportado por los vientos, el “carbono negro” se deposita en glaciares y témpanos de hielo, acelerando su derretimiento. En los Alpes franceses, reduce la duración de la capa de nieve en 17 días de media en 40 años, amenazando los ecosistemas montañosos. “Basta con pequeñas cantidades para cambiar el color de la nieve y acelerar su derretimiento”, explicó Marie Dumont, especialista del CNRS.
Un desafío ecológico y de salud global
Presente en la atmósfera, los océanos e incluso la placenta humana, el “carbono negro” contamina todo el planeta. Cada año ingresa a la cadena alimentaria, desde microorganismos hasta mamíferos marinos. Se encuentran en todas partes, incluso en los recién nacidos.
Sin embargo, hay esperanzas de que se regule. Las emisiones de carbono negro han disminuido en Europa desde la década de 2000, gracias a regulaciones más estrictas. Pero la batalla está lejos de estar ganada. La Alianza Ártica Limpia pide medidas vinculantes para reducir las emisiones de los barcos, que son especialmente perjudiciales para el Ártico.
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