Angola, país de África Central, parece querer apostarlo todo por su petróleo.
De hecho, a medida que la transición energética se acelera en todo el mundo, Angola está jugando la carta de maximizar la explotación de su petróleo.
De hecho, el país productor de petróleo del África subsahariana, que abandonó la OPEP en diciembre de 2022, está desplegando una estrategia audaz para frenar la caída de su producción de oro negro, que cayó de 1,8 millones de barriles diarios en 2010 a 1,1 millones en la actualidad. .
La promulgación en noviembre de 2023 de una nueva legislación petrolera atestigua este deseo del país.
El texto, que entró en vigor el 6 de diciembre, apunta particularmente a los depósitos maduros que ya han agotado el 70% de sus reservas comerciales.
Además, el gobierno de Luanda ha diseñado un arsenal de incentivos fiscales que resultan especialmente atractivos para los inversores.
La reducción del impuesto a la producción de petróleo y del impuesto a la renta del sector tiene como objetivo estimular la exploración y explotación de campos envejecidos.
Esta política va acompañada de un ambicioso programa de adjudicación de nuevas licencias de exploración previsto para el primer trimestre de 2025.
Sin embargo, persiste una paradoja. Por un lado, el país sigue dependiendo profundamente de los ingresos del petróleo para su desarrollo económico.
Por otro lado, debe afrontar una producción en decadencia estructural y una creciente presión internacional a favor de la transición energética.
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