Una revolución tecnológica que no te puedes perder
La próxima década será la década de las fábricas inteligentes o no lo será. Sus defensores tendrán que dominar plenamente el tríptico “datos masivos, nube e inteligencia artificial”. Sin mencionar la próxima revolución cuántica. ¿Un ejemplo? El sector del hidrógeno, motor de la transición energética, no podrá emerger sin sistemas de información de nueva generación. La misma observación se aplica a la industria de los semiconductores, la piedra angular de la soberanía digital.
La situación francesa es alarmante y podría volverse irremediable. Con sólo el 2% del PIB dedicado a I+D, Francia invierte casi la mitad que Estados Unidos. Lo que es aún más significativo: cuando el 40% de las instalaciones industriales alemanas están conectadas, nuestro país tiene un límite del 15%. Sin una recuperación rápida, lo que está amenazada es nuestra capacidad de preservar una base industrial competitiva.
Los datos como brújula
La ecuación productiva es cada vez más compleja. A la necesidad de rentabilidad se suman ahora exigencias medioambientales y sociales ineludibles. Este nuevo paradigma hace que los métodos de gestión tradicionales queden obsoletos. Sólo un enfoque basado en el análisis en tiempo real de datos masivos permite gestionar y desarrollar eficazmente organizaciones con múltiples objetivos. Así intercambiamos llegar tarde por estar un paso por delante.
Sin embargo, el tejido económico francés aún no ha logrado acoger plenamente este cambio. El propio Estado tiene dificultades para evaluar el impacto de las políticas públicas, debido a la falta de instrumentos adecuados. Sin una transformación profunda de las prácticas de gobernanza, la ambición de una Francia competitiva, resiliente y sostenible seguirá siendo una ilusión.
Por un Estado estratégico modernizado
Ahora ya no es el momento de postergar las cosas ni de luchas de poder polarizadas. En un período en el que la inestabilidad política debilita estructuralmente la acción pública, el Estado debe recuperar urgentemente una visión estratégica de largo plazo, reforzada por tecnologías avanzadas. Estados Unidos está liderando el camino con una política industrial sostenible, generalmente permeable a cambios de administración, respaldada por inversiones sustanciales y guiada por herramientas eficaces para la toma de decisiones.
El sistema actual, esencialmente reactivo y alimentado por medidas circunstanciales, ha llegado a su fin. Sobre todo porque funciona a crédito. La deuda está destinada a financiar el futuro, no los errores del pasado. El desafío ahora es asegurar programas estructurantes, capaces de resistir los riesgos políticos y propiciar el surgimiento de sectores industriales de escala global.
Europa como catalizador
El informe Draghi resuena como un ultimátum en un período particularmente difícil para Europa, desde el declive del “made in Germany” hasta los intentos de capturar industrias verdes por parte de Estados Unidos. Se requiere una respuesta.
Ya se han dado pasos importantes con el plan de recuperación, el Pacto Verde y, mañana, el Pacto de Industria Limpia. Sin embargo, la Unión Europea debe ser parte de una estrategia industrial a largo plazo e invertir masivamente en infraestructura digital y tecnologías para la toma de decisiones. De ello depende su posición en el escenario mundial.
La lucha por una industria inteligente no está perdida, pero el tiempo se acaba. Cada retraso en la modernización de nuestras prácticas amplía la brecha con nuestros competidores. Sin una movilización decisiva, existe un riesgo real de ver a Francia caer irremediablemente en el campo de las naciones postindustriales, espectadores indefensos de los grandes cambios en el mundo.
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