Una cosa es segura: Emmanuel Macron no arrojará a su nuevo Primer Ministro, este sábado, a la trampa mediática de la reapertura de Notre-Dame. Sin duda esperará hasta el lunes, o incluso el martes, para nombrar al sucesor de Michel Barnier. Invitándose al tiempo de las catedrales, el Presidente de la República, todavía dueño de los relojes, espera hacer de este acontecimiento mundial un paréntesis encantado, ciertamente más corto que los Juegos Olímpicos, pero donde indicaríamos a los ojos del mundo que Francia siempre arde. Digamos que, de momento, no está quemando. Lo cual ya no es tan malo tras la rotunda censura y un discurso presidencial más cercano a la negación de la realidad que a la rendición de cuentas. Este día después de la tormenta, cuando se aplica el régimen austero de los asuntos actuales, marca una falsa pausa política.
Estuvo marcado por consultas y apartes, expresiones educadas y reacciones amargas. Mientras Europa acordaba a espaldas de los franceses con los países del Mercosur un acuerdo de libre comercio desestabilizador, los representantes de los partidos políticos todavía estaban ajustando cuentas.
“La derecha no podrá pactar con la izquierda”
A la derecha, Bruno Retailleau, que desea prorrogar su contrato de arrendamiento en el Ministerio del Interior, fotografía el otro lado del hemiciclo. “La derecha no podrá llegar a un acuerdo con la izquierda. Esta parte de la izquierda que pactó con los rebeldes, se negó a denunciar los locos excesos de los mélenchonistas después del 7 de octubre y votó a favor de una moción de censura irresponsable. En interés del país, la derecha puede aceptar hacer concesiones, ciertamente no concesiones“, critica a X. La posición podría aislarlo dentro de los republicanos. Durante una reunión el jueves por la noche, los diputados de LR optaron por no “censurar automáticamente“un gobierno extendido al PS, con la condición de que no acepte a los rebeldes. ¿Una señal de apertura?
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